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El precio de la desidia

Esta vez, la tragedia no cobró vidas humanas. Sin embargo, reparar todo lo que el deslizamiento se llevó por delante tomará tiempo y recursos.

Cada vez más, en Norte de Santander la desidia se extiende. Los hechos ocurridos en San Bernardo de Bata, así lo confirman. Tan absurdo como pueda sonar, es cierto: la emergencia causada por una falla geológica, que sumada a las lluvias generaron un deslizamiento de tierra, estaba anunciada desde 2008.

En ese año, Corponor evidenció dicha falla que atraviesa esta zona de Toledo y emitió una alerta tanto a la alcaldía de ese municipio, como a la Gobernación y a las entidades involucradas en el manejo de emergencia y desastres, solicitando la reubicación de varias viviendas que estaban en riesgo y que en total sumaban cerca de 750 personas.

Pero nada sucedió. Cuatro años más tarde, en el 2012, el mensaje de alerta volvió a emitirse a los mismos destinatarios y al Consejo Departamental de Gestión del Riesgo, el mismo que hoy, está repartiendo ayudas y buscando soluciones para los damnificados de una forma reactiva, cuando hubiera podido hacerse de manera preventiva.

A estos dos llamados de Corponor, se sumó este año, la instalación de un sistema de alertas tempranas por parte de esa misma corporación exactamente en la zona de mayor peligro, San Bernardo de Bata, que fue desmontado por el alcalde de Toledo, Yorjan Triana.

Todas estas alertas –que habrían podrido evitar el desastre, la evacuación de emergencia y el bloqueo de una vía de orden nacional por la cual ingresan buena parte de los alimentos que provienen de Arauca– fueron ignoradas; omitidas, como si se tratara de un tema trivial.

Como resultado, el desastre no solo ha afectado a más de 60 familias, a la carretera de La Soberanía con ella toda la comunicación entre Norte de Santander y Arauca, cuyas reparaciones le corresponden al Invías, sino que también ha puesto en riesgo un tubo del oleoducto Caño Limón – Coveñas que quedó expuesto por el deslizamiento de tierra y que amenaza con generar un desastre de mayores proporciones.

Aunque suene irónico, las coordenadas exactas donde ocurrió el deslizamiento hace unos días, fueron entregadas por Corponor años atrás.

Pero sus llamados se convirtieron en un grito desesperado que ninguna autoridad del departamento quiso escuchar.

Las consecuencias son ya evidentes y el costo para todos los involucrados –damnificados y gobierno– será mucho mayor; otra sería la historia si se hubiera trabajado en prevenir y en mitigar el riesgo.

Esta experiencia lamentable, es un campanazo para los mandatarios de todos los municipios del departamento que están en riesgo y para el comité que lidera el tema en el departamento, llamados a atender inmediatamente las alertas que se emiten sobre el territorio.

No tomarse en serio las advertencias que pueden ayudar a prevenir verdaderas catástrofes, es incumplir con su responsabilidad como líderes y como los elegidos para depositar la confianza de todo un pueblo.

Esta vez, por fortuna, la tragedia no cobró vidas humanas. Sin embargo, reparar todo lo que el deslizamiento se llevó por delante tomará tiempo y recursos. Quizás en una próxima oportunidad, la negligencia pueda salir mucho más cara. 

Viernes, 5 de Junio de 2015
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