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Editorial
El respaldo de la ONU
Al fin y al cabo, hoy la paz tiene millones de colombianos defensores.
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Sábado, 13 de Enero de 2018

Ni el personaje es como otro cualquiera, ni la visita es una más. Se trata del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), Antonio Guterres, y su propósito es observar de primera mano la manera como estamos construyendo la paz de Colombia.

La visita de Guterrez coincide con un momento crítico: la reanudación de las actividades bélicas por parte del Ejército de Liberación Nacional (Eln) en el clima de incertidumbre más acentuado de al menos los dos últimos años.

Más de la ONU que de Guterres, hay un interés grande en establecer de cerca la realidad del proceso de paz, pero, en especial, de todo el desarrollo de lo acordado entre el Gobierno y las Farc, calificado por la organización universal como uno de los aspectos más exitosos.

En palabras de María Emma Mejía, embajadora colombiana en la ONU, este de Colombia es el ejemplo para mostrar del modelo de misión política especial, que se traduce en una vigilancia permanente de todo cuanto acontece en el país en lo relativo con la construcción de la paz.

Con su viaje al Meta hoy, Guterres pretende darse la oportunidad de dialogar directamente con todos los sectores involucrados en la guerra y palpar los avances de la reconciliación y de la acción del Estado en busca de consolidar su presencia y de aclimatar el desarrollo de los acuerdos de La Habana.

Sin embargo, el verdadero sentido de la visita es el de reiterar todo el respaldo orbital al propósito de construir, consolidar y defender la paz en Colombia, cuando desde muchos ángulos recibe fuego nutrido de quienes consideran que este país no merece los días de calma y de bienestar que le esperan si persiste.

Cuando en una campaña política como la actual, el principal mensaje público de algunos partidos y candidatos es el de que de triunfar aniquilarán el proceso, la visita de Guterres es incluso una advertencia de que la ONU dará la espalda a quien quiera que pretenda arrebatarle al pueblo colombiano su sueño de paz.

Es una manera de decirles a los enemigos del proceso pacificador que no se les ocurra meterse con él, porque, además de ser un modelo perfectible, es producto de un muy difícil acuerdo de voluntades que se facilitó con la mediación de la ONU, como organismo, y de algunos países convencidos de la utilidad de su acción.

Esta vez, los candidatos tendrán que pensar dos veces lo que dirán en torno del proceso de paz, pues ya saben que su eventual triunfo podría no ser del agrado de las Naciones Unidas si acaso al menos no moderaron su lenguaje, porque eso de aniquilar un proceso, para muchos países puede implicar muchas cosas.

Al fin y al cabo, hoy la paz tiene millones de colombianos defensores, y si la pretensión es aniquilarla, como lo han prometido, podrían despertarse suspicacias en torno de la integridad física y la vida de quienes respaldan los acuerdos.

Quizás estos candidatos tengan que guardar las ganas que tienen de destruir lo acordado y de entorpecer el diálogo con el Eln. Es probable. Pero de todos modos deben saber que la ONU está de parte de las mayorías, y que lo que sea con quienes pretenden consolidar la paz es con todos los países.

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