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El segundo jinete

Por todos los medios Trump ha querido una guerra para Estados Unidos.

En su caballo rojo, gran espada en mano, el segundo jinete del Apocalipsis desterró la paz de la tierra e instauró la guerra como institución permanente de la humanidad. Si la imagen recuerda a Donald Trump quizás no sea una coincidencia.

En lo poco que lleva de su gobierno, por todos los medios Trump ha querido una guerra para Estados Unidos, como medio para poner en marcha la máquina de guerra que siempre ha reactivado la economía de ese país y le ha conferido mayor poder, que esta vez no parece posible sin chocar con naciones tan poderosas o más que él.

Intentó primero con Siria, pero al frente encontró a los rusos y a Irán, países que si bien no quieren usar sus armas, tampoco han renunciado a ellas, y entonces desistió de manera temporal de su idea de invadirla, como Irak, e imponerle todas las condiciones imaginables a cambio de darles de nuevo forma a su Estado y a sus instituciones.

Luego fue con Irán —su programa nuclear está bajo vigilancia de la ONU—, al que de manera olímpica le desconoció su acuerdo con el presidente Barak Obama, verdadero destinatario del mensaje, y su acercamiento de costado al gobierno israelí de Benjamín Netanyahu, al que se acercó tanto, que le regaló el traslado a Jerusalén de la embajada estadounidense, en unos actos regados con abundantísima sangre palestina: 60 muertos y más de 2.000 heridos a balazos.

Hoy, Estados Unidos tiene a Europa no al lado, sino al frente, y a China y a Rusia, y a los árabes. Y si Trump considera que ya domó a Kim Jong-Un, quizás le será mejor no llenarse de optimismo. El norcoreano no es más que una especie de mascarón de proa de una nave enorme y extraordinariamente bien armada, que le cierra todos los pasos a Washington en el Mundo: Xi Jinpin, el dragón de Beijing.

El norcoreano es una carnada que, en su apetito voraz, Trump está a punto de engullir…

Todo sería tolerable si se tratara de sencillos movimientos de piezas en el gran ajedrez mundial, pero los muertos de palestina no quedarán solo en la memoria del Día de la Catástrofe, como se llamaba el lunes, en recuerdo de que 70 años atrás Israel se constituyó en Estado en tierras palestinas. Nakba, le dicen al 14 de mayo.

Es la forma más obscena e indecente de poner en movimiento la máquina de la industria estadounidense, pero la guerra ha sido para ese país —y para otros—, una clave en momentos de recesión o de freno de la economía.

Convertir la industria en una máquina de guerra le genera a Estados Unidos momentos de mucha dinámica productiva, y dinero para sostener el Ejército, y no hay señal de que las actuales pretensiones sean diferentes. Solo que a esa máquina la mueven la muerte, el dolor, el odio y el afán de no perder más poder ante el surgimiento de otras potencias.

Sesenta muertos en una tarde es una cifra escandalosa para cualquiera, pero no para el gobierno de Estados Unidos, capaz de matar a decenas de miles con una bomba atómica. Y ese parece ser el camino que está siguiendo Washington.

Miércoles, 16 de Mayo de 2018
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