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Editorial
Eln patea la mesa de paz
Fue de tal magnitud el derrame del petróleo que las quebradas Cimitarra y El Carmen quedaron convertidas, literalmente, en canales abiertos de conducción del crudo.
Domingo, 30 de Abril de 2017

El atentado número 31 que este año el Eln ha cometido contra el oleoducto Caño Limón-Coveñas, queda registrado para la historia del conflicto armado como uno de los más desastrosos en Norte de Santander por el impacto a los humanos, a la naturaleza y a las negociaciones que esa guerrilla adelanta con el Gobierno Nacional en Ecuador.

Sobre lo ocurrido en Guamalito, es muy diciente la advertencia de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas (OCHA) de que El  Carmen “está en emergencia social y económica”, donde el acueducto de su corregimiento, de la noche a la mañana, fue invadido por una mancha oscura, aceitosa y olorosa.

Fue de tal magnitud el derrame del petróleo que las quebradas Cimitarra y El Carmen quedaron convertidas, literalmente, en canales abiertos de conducción del crudo, porque el agua perdió la guerra provocada por el ataque guerrillero, lo cual deja entrever que su recuperación tardará años. 

Y como las estadísticas, aunque frías, son indispensables para medir la magnitud de lo sucedido, he aquí un dato suministrado por Ecopetrol: En el punto de control operativo El Boquerón, ubicado sobre la quebrada El Carmen, donde se instalaron 16 barreras de contención, se han recuperado más de 54.600 galones de petróleo.

Y qué decir de la vegetación y fauna situadas a lo largo de ‘las desplazadas’ corrientes hídricas y en los sitios aledaños al derrame. Hay expertos que aseguran que esa devastación ocasionada por la voladura podría tardar años en permitir que la naturaleza gane esa pelea contra la destrucción del medio ambiente, es decir, que reverdezca.

¿Cuántos?, sea lo que sea, equivale a sostener que la guerrilla del Eln  va en contravía de lo que pregona en cuanto a defender al pueblo del sometimiento económico y político del gran capital y de las multinacionales, porque la destrucción ambiental equivale al rompimiento de las bases sociales, pues la población debe migrar; también significa la violación al Derecho Internacional Humanitario porque esta guerra contra el petróleo lo que finalmente golpea es a campesinos trabajadores y a familias enteras que el único pecado que han cometido es ser vecinas del tubo.

En momentos que la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional avanza en negociaciones de paz debe entrar a considerar si lo hecho en Guamalito no equivale a patear la mesa y empezar a ser vista como una organización que utiliza el término paz para otras cosas y no para llegar a la meta del desarme y la desmovilización con acuerdos en las diversas materias, entre ellas la petrolera. 

“Con atentados terroristas como este que afectan poblaciones civiles no combatientes el Eln lo que hace es dificultar negociaciones”, es la advertencia que desde Quito lanzó el jefe negociador del Gobierno en las conversaciones con esa guerrilla, Juan Camilo Restrepo.

Pero, ¿en qué momento entenderá el Eln que acciones “delirantes e insensatas”, como las calificó Restrepo, lo que hacen es transformar grandes y prósperas regiones en ríos secos, tierras áridas e inservibles y en desplazados del crudo a miles de personas? ¿Cuántos años pasarán? ¿Cuántas generaciones más deben soportar que al levantarse y abrir la llave en lugar de agua les salga petróleo y que en vez de respirar aire puro inhalen gases peligrosos?

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