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Eln: sí, pero mejor no

Para hablar de paz, Eln debe tener en su bitácora la liberación inmediata de los secuestrados.

Los propios líderes del Ejército de Liberación Nacional (Eln) lo reconocen: llevan más de 25 años de búsqueda de una salida política a su guerra contra el Estado, y desde ayer están más lejos que nunca de lograr su propósito.

La razón es la incongruencia entre el discurso y la praxis en que siempre se ha debatido esa organización guerrillera, la que más oportunidades de diálogo pacificador ha tenido en los últimos 30 años. Más, incluso, que las Farc.

El hecho concreto es que, en su afán de llegar a la mesa de diálogo con el gobierno revestidos de una fortaleza solo de apariencia, los viejos líderes ‘elenos’ están apostando a perder, como todo el que juega con las cartas marcadas.

Porque se juega a perder por anticipado cuando una de las partes en una negociación se sienta a dialogar con su buena fe empeñada, en entredicho, como lo pretende hacer la beligerante y contradictoria guerrilla rojinegra.

Mientras toma la iniciativa en busca de un diálogo, y en la medida en que persiste en esa actitud, no duda en arriesgarlo todo con secuestros repudiables como los del dirigente político de Ocaña Ramón José Cabrales y el cabo segundo del Ejército, Jaír de Jesús Villar Ortiz, en Segovia (Antioquia), entre otros.

Ha sido tal la contradicción de predicar el diálogo y el fin de la guerra, por una parte, y secuestrar a estas personas, por la otra, que el presidente Santos, el colombiano más interesado en el silencio de la guerra, optó por condicionar todo intento de diálogo con el Eln, a la liberación de Cabrales y Villar.

Es explicable que, como prueba de su poderío, las organizaciones militares intensifiquen su accionar bélico un poco antes de sentarse a dialogar de acuerdos, como demostración pretendida de que las discusiones se den entre fuerzas igual de poderosas. Así ocurrió con las Farc. Pero otra situación, muy diferente, es la que se plantea cuando se cometen delitos como el secuestro.

Esa de pretender engañar es una táctica que ya no funciona, pero, igual, a ella recurre la guerrilla marxista —obsoleta y anacrónica— con más frecuencia de la deseada. Y en ese afán comete los más graves errores políticos, muchos de ellos insuperables.

Si de verdad el Eln pretende sentarse a hablar de paz con el Gobierno, en su bitácora de guerra debe figurar ya la liberación inmediata de los secuestrados. Y, militarmente, eso significa una severa derrota desde lo político, y una enorme desventaja cuando llegue la etapa de las definiciones.

El estancamiento de la fase exploratoria que adelantan gobierno y Eln es muestra de que a la guerrilla le ha pesado más lo militar que lo político, y ello se prueba en los dos asaltos contra guarniciones militares el lunes de madrugada en Arauca, y ayer en Nunchía (Casanare).

Por ahora, con todo el poder de fuego de que dispone, el Estado se dedicará a golpear al Eln a sus anchas, y a bloquearle su fuente de ingresos: las rutas del contrabando, en especial en Arauca, aprovechando que es una guerrilla dividida y sumida en contradicciones fundamentales como seguir la guerra, que predica la mayor parte de sus combatientes, o buscar la paz, como lo quieren los jefes.

Si no liberan a los secuestrados, la guerra seguirá, y muy posiblemente el gobierno reciba el apoyo irrestricto de la mayor parte de los colombianos, cansados del aborrecible juego del ‘sí, pero mejor no’ con el que el Eln se ha burlado tantas veces de todos.

¿Qué busca con los secuestros? Es muy probable que ni los mismos jefes guerrilleros lo sepan.

Martes, 9 de Febrero de 2016
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