Leyendo el reporte de la accidentalidad en las calles emitido por la Agencia Nacional de Seguridad Vial, saltan los recuerdos de cuando alguien se va a bajar del carro, el taxi o la buseta y de súbito aparecen los veloces motociclistas que por poco se los llevan por delante.
En últimas, lo que debería emprenderse con urgencia, es una envolvente campaña local, regional y nacional de educación sobre el comportamiento en las vías por parte de los usuarios, porque todos van en contravía de las normas.
Puentes peatonales en la autopista internacional, en la avenida primera, en la Demetrio Mendoza, en avenida Camilo Daza y en la autopista Atalaya. Y nadie o casi nadie los usa.
En este solo aspecto ya hay una falla protuberante en la manera de actuar de la Policía de Tránsito, por ejemplo, que debería tener auxiliares para ordenar que estos pasos son de obligatorio uso para salvar la vida.
¿Se han puesto ustedes a detallar a las personas cuándo el semáforo peatonal está en rojo? O creería uno que los ven como una parte del paisaje o ni lo miran y cruzan como si nada, pese a que los carros y motos todavía están habilitados para transitar.
Ahí se advierte una falta absoluta de conocimiento en la utilización de este tipo de señales de tránsito, que hasta en algunos cruces cuentan con luces rojas y verdes en el suelo. ¡Será que creen que son adornos para el andén!
De ahí que muchos terminen atropellados e internados en las clínicas mientras que otros lamentablemente pierden la vida en medio del caos en que se ha convertido el tráfico vehicular en ciudades como Cúcuta y el área metropolitana.
El Observatorio Nacional de Seguridad Vial señala que en el país en los cuatro primeros meses del año han fallecido 545 peatones de los cuales 21 corresponden a accidentes ocurridos en Norte de Santander.
Esto nos debe hacer reflexionar sobre aquellos conductores de carros que manejan y chatean al tiempo o hablan por teléfono, y de los motociclistas que llevan metido el celular en el casco para conversar o que van raudos y escribiendo por whatsapp. Eso no ha sido controlado ni efectivamente solucionado.
Hay que pensar si es que a nadie le importa que los multen. O es que no se están aplicando las normas. O es que la educación para crear una cultura de comportamiento vial es tan precaria que todos se creen los dueños de la calle y de la vida de los demás.
Por lo visto, de nada sirve que adoquinen las cebras o que pongan más semáforos o que instalen más señales de tránsito si es que no se procede a emprender un bien diseñado y efectivo plan educativo y de formación vial que tenga entre sus bases a los estudiantes de colegios y universidades y que cubra a todos los conductores de carros y motos.
Eso debe de ser independiente de lo que se exige en las academias para obtener la licencia. Tiene que ser emprendido por las autoridades de tránsito para hacerlo obligatorio y hacer tomas de parques, calles y centros comerciales a fin de que la ciudadanía sea cubierta por ese plan.
Educación vial significa en últimas beneficios para la vida, la salud y la seguridad de todos, porque se empezará a construir una mejor forma de interactuar entre quienes se encuentran en la calle y ya saben que si respetan la señal eso equivale a aceptar que todos tienen unos deberes y unos derechos. De lo contrario, seguiremos en contravía.