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Entre el ser y el parecer

Lo que inquieta es la relación entre el alcalde de Cúcuta, César Rojas, y su patrocinador, gestor y amigo, el exalcalde Ramiro Suárez.

A poco de ser ungido emperador, el Divino Cayo Julio César se divorció de Pompeya Sila, cuando supo que, como aristócrata con derecho a hacerlo, había asistido a una orgía sexual conocida como Saturnalia.

Ante las protestas de todas las damas romanas, que juraban que la mujer del César había ido como espectadora, nada más, el emperador se mantuvo en su lugar con una frase muy conocida y usada hoy: “La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo”.

Es decir, no debe quedar duda alguna de que, en el sector público, por lo menos, una mujer es lo que parece, y con mayor razón si es cercana a un hombre cuestionado por lo que ha sido y lo que ha hecho en el sector público, donde solo deben estar los mejores.

Que en Colombia no sea así, no significa que se puedan dejar de lado, a conveniencia, la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar.

Lo anterior, a propósito de un nombramiento municipal que, desde cuando fue anunciado, ha despertado muchas dudas y suspicacias entre los ciudadanos: el de Omaira González Vera como secretaria de Posconflicto y Cultura de Paz.

Sus méritos académicos y su capacidad no están bajo cuestión. Al menos no todavía. Tampoco el hecho de que su esposo esté preso en La Picota, pagando una pena por asesinato y esperando ser juzgado por al menos otros dos delitos.

Lo que inquieta es la relación entre el alcalde de Cúcuta, César Rojas, y su patrocinador, gestor y amigo, el exalcalde Ramiro Suárez Corzo, quien para unos parece ser el real gobernante de Cúcuta, quien decide para que otro ejecute; para otros, una especie de Gran Burundú Burundá de la política local; y en realidad, para todos, un hombre en deuda con las leyes, las buenas costumbres y la ética.

Posesionada en medio de la primera oscuridad de la noche por la alcaldesa encargada, Doris Angarita, ante la oportuna y quizás hasta conveniente ausencia de Rojas, la nueva secretaria tendrá a su cargo el programa de posguerra, para el que el Estado destinará tantos recursos económicos como sean necesarios.

Y, tal vez, este aspecto del dinero público sea el que genera más inquietud entre los cucuteños. Es posible que la pulcritud en el manejo de los recursos sea característica principal en los asuntos de la nueva secretaria y de la nueva secretaría. Pero los ciudadanos desconfían. Han comenzado, por fin, a dudar de los administradores.

Aunque la norma legal no lo estableciera, en una sociedad como la nuestra es costumbre considerar que toda persona procede con lealtad en las relaciones jurídicas y espera que los demás procedan de la misma forma. Eso es buena fe.

Pero, este de la nueva secretaria, no es tanto un problema jurídico, como uno ético, y es ella la llamada a superarlo. Si considera que moralmente no existe una incompatibilidad fundamental en el hecho de ser la esposa del exalcalde preso y su cargo, pues allá ella. Solo que su criterio contraría a la opinión pública. Y si piensa que puede haber al menos un levísimo inconveniente, también es de su exclusivo resorte decidir qué hacer.

Pero debe tener en consideración que, para algunos sectores sociales, el de las víctimas de la guerra, por ejemplo, el nombramiento de la señora González es un ejemplo de que el programa de posconflicto en Cúcuta estará no en manos de las víctimas, sino demasiado cercano a un victimario.

Es, en fin, un conflicto ético. Y la nueva secretaria lo sabe, como maestra de ética que fue durante años…

Jueves, 25 de Febrero de 2016
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