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Editorial
Ética, ante todo
El 16 de diciembre, la maltratada Universidad de Pamplona, designará rector, para reemplazar al controvertido Elio Serrano. 
Martes, 29 de Noviembre de 2016

La universidad, siempre se ha dicho, es su sociedad en pequeña versión, con las mismas virtudes y los mismos defectos, iguales fortalezas y debilidades. Una constante relación simbiótica caracteriza su manera de vivir.

Nada de la una le es ajeno a la otra. Se alimentan mutuamente, en este caso en lo intelectual, lo científico, lo académico, lo político y lo ético. En especial de lo ético, circunstancia que jamás se debe alejar de las aulas universitarias, como quiera que en ellas se forja el liderazgo de la sociedad. Y los líderes siempre deben ser los mejores individuos.

El 16 de diciembre, la maltratada Universidad de Pamplona, designará rector, para reemplazar al controvertido Elio Serrano. 

Pero, aunque sea difícil de aceptar que eso ocurra dentro de una universidad, el espíritu académico no parece ser el motor de los aspirantes.

El presupuesto anual de la institución, 100 mil millones de pesos, y el poder político que la posición implica, pueden más que el afán de convertir esta casa de estudios en lo que debe ser: un centro de pensamiento y ciencia comprometido con la sociedad que lo alberga.

Las nueve personas que eligen al rector de entre 18 candidatos vinculados o respaldados por movimientos y dirigentes políticos, algunos de ellos muy cuestionados en lo moral, tendrán un compromiso que, en algún sentido, es sagrado, pues el escogido será quien durante los próximos cuatro años oriente la educación de la juventud nortesantandereana, en cierto modo, de los hijos de sus electores.

Estos electores no pueden ignorar el ambiente de tensión que recorre la universidad, “por la posibilidad de que actores que no representan los intereses de la academia, la investigación y la educación pública puedan ingresar a nuestra institución”, como dijo Heriberto Rangel, presidente de la Unión de Profesores de Tiempo Completo.

La posibilidad de agendas ocultas que puedan conducir al control político y económico de la academia inquieta a los maestros y a los estudiantes, conocedores de los manejos corruptos que se le han dado a los recursos de la universidad. Manejos irregulares fueron, precisamente, razón para que Liliana Parra renunciara a la Secretaría General, al entrar en diferencias irreconciliables con el dimitente rector Serrano.

La tarea de los nueve miembros del Consejo Superior es, realmente, muy fácil: votar por la persona de mayor solidez moral y ética, preocupada por la academia antes que por el dinero oficial, con afán por estimular la investigación científica y comprometida con la educación de los jóvenes.

Si no lo hacen, es decir, si eligen a alguien que deje algún asomo de duda de su integridad, mañana el dedo acusador de sus hijos y sus nietos les señalará su irresponsabilidad, su ligereza y su actitud timorata ante las presiones de quienes hacer de la universidad una cueva de piratas.

Desde luego, este llamado social que transmitimos, para que la ética sea la norma en la que se encuadre la elección, les llegará a todos los nueve electores, pero quizás no todos lo acatarán. 

Es una posibilidad de la que la comunidad quiere advertir y apartarse a tiempo. Ojalá no se equivoque.

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