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Editorial
In extremis
El alivio que ha significado para miles de venezolanos la atención en el Meoz representa ese servicio vital que ya no tienen en su país.
Lunes, 13 de Mayo de 2019

Está en el límite de la vida. En verdad, el Hospital Universitario Erasmo Meoz está viviendo más allá de sus posibilidades normales. Funcionar mientras arrastra una cartera de 100 millones de dólares (son, en pesos, 327.000 millones), que adeudan las Eps, el ministerio de Salud, entes territoriales e incluso aseguradoras, es inexplicable…

Pero así se mantiene, garantizándoles atención en varios niveles de salud a miles de venezolanos, miles de colombianos pobres, miles de afiliados a las Eps y a cualquier paciente que necesite una urgencia.

Y ya sus directivas ni siquiera se quejan. ¿Para qué, si nadie les responde ni por el dineral que le deben ni por la que pueda ser su suerte inmediata? Solo se le exige, se le determina a que mantenga abiertas sus puertas y a que le brinde apoyo a todo el que lo necesite.

Todo esto está bien, salvo que atenta contra su estructura financiera: se les exige a todos los hospitales públicos, y el Meoz es el único de su importancia en la frontera oriental, que se comporte como una empresa comercial del Estado, lo que significa que no puede hacer caridad con sus servicios.

Pero, acaso, ¿no se es de manera similar como trabaja, pues no recibe pago alguno? Es como si todos sus servicios fueran gratuitos. Y lo peor de la situación es que, por mandato de la ley y por razones éticas, su personal no se puede negar a asistir a los enfermos que acuden en busca de ayuda.

Con el problema humanitario de Venezuela, el Meoz se convirtió en el centro de atención en salud más importante y expedito para los habitantes de ambos lados de la larga frontera, con prioridad para los venezolanos, que prácticamente reciben atención gratuita, pues ni el Estado colombiano ni organismos internacionales le alivian la situación.

Las Eps, convertidas en las mayores deudoras (Saludvida: 35.585 millones de pesos; Medimás: 30.431 millones, Cafesalud: 29.426 millones, Ecoopsos: 26.725 millones, Comparta: 11.395 y Coomeva, 9.501 millones de pesos), no dicen ni una palabra de pagar. ¿Qué dirán cuando —como puede ocurrir en cualquier día de estos—, el hospital colapse y no dé más? ¿Y qué hará el Gobierno nacional, ante el cual se han planteado fórmulas de solución de todas las maneras posibles? Y los organismos internacionales que solo abogan porque se atienda a los extranjeros y nada dicen de apoyar al Meoz para que no muera?

El alivio que ha significado para miles de venezolanos la atención en el Meoz representa ese servicio vital que ya no tienen en su país y que se traduce en muchas vidas salvadas, especialmente de madres y pequeños que han nacido aquí y que si no fuera por este hospital, quizás no habrían llegado a este mundo. 

Ahora, que se pregonan los alcances del gobierno del presidente interino en Venezuela, Juan Guaidó y si, como dicen, por decisión de Estados Unidos, Guaidó puede disponer de la renta petrolera venezolana, podría pensarse en gestionar recursos para el hospital, pensando en todos esos hermanos venezolanos que han recibido alivio para sus dolencias. 

Venezuela debe entender que ningún país como Colombia ha dispuesto todo lo necesario para atender a los ciudadanos de esa nación que salen en busca del futuro donde sea, y que es apenas justo que, para compensar parte de lo hecho, se apoye al Meoz que, de todas maneras, podrá, por siempre, estar presto para brindar los servicios que los vecinos requieran. Es solo cuestión de justicia.

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