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Editorial
Fragor de la guerra
A esto que sucedió en pleno separador de la autopista que conecta con el puente Simón Bolívar y cerca de donde se dice que harían un distrito de Policía, hay que ponerle atención y requiere algo mucho más contundente que un mensaje de Twitter.
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Domingo, 11 de Abril de 2021

Increíble que la Autopista Internacional se haya convertido en escenario de guerra, en una  explosiva prueba demostrativa de que la frontera colombo-venezolana es un territorio en donde la criminalidad montó su imperio, aprovechando la débil o nula presencia del Estado desde el rompimiento de las relaciones diplomáticas.

Que hombres poderosamente armados con fusiles y pistolas llegaran hasta allí sin que ninguna autoridad -llámese Ejército o Policía- se les cruzara en el camino, hizo estallar la evidente realidad del abandono y descuido territorial, en su seguridad.

Dos organizaciones de alta peligrosidad por el poder de fuego, presencia en el territorio y acciones contra la población civil, como lo son la guerrilla del Eln y la banda delincuencial el Tren de Aragua, con el enfrentamiento nos demostraron que de las trochas en cualquier momento el mal podrá saltar y afectar a miles de citadinos en Villa del Rosario y Cúcuta.

A esto que sucedió en pleno separador de la autopista que  conecta con el puente Simón Bolívar y cerca de donde se dice que harían un distrito de Policía, hay que ponerle atención y requiere algo mucho más contundente que un mensaje de Twitter.

Pensaban los vecinos del sitio, que al menos habría un consejo de seguridad o una visita ministerial, pero ni lo uno ni lo otro. Solo el ministro de Defensa, Diego Molano trinó para decir que dio instrucciones a la Policía y el Ejército de reforzar y mantener la presencia en La Parada.

Sobre ese particular es  bueno hacer dos apuntes de contextualización: que lo ocurrido no fue en el confín más apartado del territorio nortesantandereano, sino en un lugar por el que han pasado personajes de talla  internacional de camino al puente fronterizo para ver el éxodo de venezolanos entrando a Colombia.

Pero además, varias de las trochas de La Parada (Villa del Rosario) están convertidas en lugares de muerte donde constantemente aparecen personas asesinadas como ocurre en La Marina, El Palmar, Los Mangos, entre otras.

Los dos aspectos anteriores sirven para remarcar que aunque se hagan anuncios de reforzamiento del pie de fuerza, del despliegue de nuevas unidades y hasta de operaciones combinadas entre Ejército y Policía, eso no ha funcionado. El descontrol es evidente y el fracaso operativo también.

Al permitir que varias organizaciones armadas ilegales y bandas delincuenciales se asentaran en el corredor fronterizo sin haber actuado desde un principio de manera contundente contra ellas, las ha ido fortaleciendo de tal manera que ahora amenazan con un desbordamiento de consecuencias impredecibles.

Antes de que tengamos que asistir a situaciones de  mayor riesgo para la seguridad ciudadana, este campanazo de alerta debería de llevar al Gobierno Nacional a permitir el establecimiento de un canal de comunicación y de relaciones mínimas básicas entre la Policía y el Ejército colombiano con sus similares venezolanos, para sellar un compromiso binacional de lucha contra el crimen en la frontera.

Más allá de las insalvables diferencias ideológicas y de modelos, lo importante ahora es quitarle al delito, en todas sus modalidades, el dominio de numerosos puntos fronterizos, porque de lo contrario hasta la soberanía nacional podría verse comprometida.

Que si no quieren hablarse Duque y Maduro, ni los cancilleres ni los ministros de Defensa, entonces que se haga por intermedio de un tercer país neutral o de la misma ONU, para quitarle esa sonrisa de satisfacción que tiene el crimen organizado al poder moverse por buena parte de los 2.200 kilómetros de frontera gracias a que Bogotá y Caracas están en una posición de enemigos irreconciliables. 
 

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