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Editorial
Ganó la desvergüenza
Sin embargo, la consulta supera con creces los resultados obtenidos por los candidatos presidenciales en todos los tiempos.  
Domingo, 26 de Agosto de 2018

Primero fue la oposición a la paz, es decir, el respaldo a la guerra, aunque quienes ganaron el plebiscito pretendan convencer de que ese no fue el resultado. Ahora es el respaldo a la continuidad de la corrupción, el peor de los males de esta sociedad alienada y atrabiliaria que ignora los mínimos parámetros de la dignidad y de todo lo que significan principios, ética, moral y corrección.

Con el resultado de la consulta quedan expuestas, ante el mundo, la pústula fétida de la inmoralidad que nos corroe vivos sin que hagamos consciencia de que a los hijos les estamos dejando una alcantarilla putrefacta como hogar, y la increíble impudicia de personas que no merecen llamarse ciudadanos.

Quedó demostrado, sin el menor asomo de duda, de que hay segmentos de la sociedad colombiana que prefieren ser manejados desde la cárcel, como ovejas, por delincuentes redomados que solo buscan robarse hasta el último centavo del erario, antes que por dirigentes comprometidos con la honradez.

No se han dado cuenta de que perdieron todo derecho a quejarse cuando los dineros del Estado no alcancen ni siquiera para saciar la codicia de los corruptos a los que les han escriturado el gobierno y el poder.

No votar ayer fue votar en contra de las buenas maneras, de la corrección, y fue derrotar incluso al propio presidente Iván Duque, cuyo tibio respaldo pasará a la historia como lo que no debe hacer un mandatario en materia de combate a los corruptos.

La consulta no se perdió por unos cuantos miles de votos, como lo dicen los datos oficiales, sino por demolición ética y moral, por desvergüenza, por insolencia, por imbecilidad política.

Norte de Santander es, quizás, la región del país que menos contribuyó: logró menos del 50 por ciento de los votos de la pasada elección presidencial. Es increíble, porque es acá donde mayores quejas hay de la acción corrupta de los políticos. Mientras tanto, Bogotá superó, de lejos, el umbral correspondiente.

De toda esta resaca moral es posible, sin embargo, rescatar el hecho de que el apoyo a la consulta supera con creces los resultados obtenidos por cualquiera de los candidatos presidenciales en todos los tiempos.

Esto debe ser reconocido como un mandato imperativo que debe obligar, de inmediato, tanto al Congreso como al presidente a actuar para enfrentar el peor de los males enquistados que afectan a la sociedad colombiana: la grave corrupción generalizada, la cultura de lo ilegal, del todo vale, que les cuesta 4 billones de pesos por año a los contribuyentes.

Desde luego, como esta sección lo dijo ayer, someter a votación la necesidad de combatir o no la corrupción, es un exabrupto: es como si se sometiera a votación la erradicación o no de delitos como el homicidio.

No importa el resultado de ayer: es un sentimiento definitivo de la sociedad: no más corrupción, no más políticos atornillados a sus cargos, no más dueños del presupuesto. El gobierno no puede hacerse el de la vista gorda, como lo hizo con el apoyo a la consulta. La hora de ignorar al pueblo ya pasó, aunque quienes apoyan al presidente crean que solo su criterio es válido.

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