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Editorial
Granja-prisión
En lugar de usar $9.500 millones para ampliar la Modelo se deberían usar en impulsar el proyecto de la granja-penal en Cúcuta.
Domingo, 14 de Febrero de 2021

 

De las crisis es donde surgen oportunidades y no necesariamente para lograr millonarias ganancias sino para encontrar audaces soluciones problemas recurrentes que finalmente terminan estallándose en las manos, como es el del hacinamiento carcelario que padece la región.

El desbordamiento es de tal magnitud que hasta los calabozos de los CAI y subestaciones de Policía en Cúcuta están repletos de detenidos, en los que permanecen como si fueran latas de sardinas.

 Actualmente hay una propuesta de la Alcaldía de ir llevando poco a poco 653 personas que están en las celdas de 18 instalaciones policiales a la Modelo.

A ese cíclico asunto que parece no tener fin debería de dársele otro tipo de tratamiento que tenga el real alcance de la rehabilitación de los presos, su retorno a la sociedad como ciudadanos y la aplicación de un método con un importante componente social.

Por ejemplo, que tal que en lugar de usar $9.500 millones que le han pedido al Ministerio del Interior para ampliar la cárcel cucuteña con otro pabellón para 360 nuevos reclusos, se  impulsara el proyecto de una granja-penal.

Tierras productivas las hay en los corregimientos de la capital de Norte de Santander, para levantar ese complejo al que irían los condenados por hechos como hurtos y otros delitos menores, incluso algunos de narcotráfico.  

No sería un lugar de veraneo ni mucho menos ni tampoco un centro para diversión. Esa no sería la idea, porque sería desnaturalizarla, pero lógicamente que tendría todos los componentes para el respeto de los derechos humanos de quienes eventualmente fueran allá a cumplir sus condenas.

En esa granja-penal los reclusos cultivarían maíz, fríjol, yuca y plátano, entre otros, que tendrían dos destinaciones precisas: una, cubrir las necesidades alimentarias de la población carcelaria local, y dos, apoyar a bancos de alimentos para ayudar a población cucuteña golpeada por el hambre.

Pero también se le añadiría la parte de ganadería con vacas lecheras y un galpón avícola, con el fin de contar con una variedad dentro de la modalidad de granja integral que sea amigable con el medio ambiente.

Pero así como tienen asegurado ese trabajo, para la utilización del tiempo de ocio, la educación debería  ser otro componente para procurar que de verdad saldrán llenos de ánimo para dedicarse a una vida alejada de las acciones delincuenciales que los llevaron a perder la libertad.

Esa sería una alternativa viable y con alta posibilidad de desarrollarse, puesto que los componentes de la autosostenibilidad y la formación educativa ayudarían a irle dando un nuevo aire al sistema carcelario.

Lógicamente, y eso hay que dejarlo bien claro, no se trata de lugares para el esclavismo ni de trabajos forzados ni para castigos extremos. Nada de eso. La granja-prisión precisamente aparte de servir como método para la reinserción a la comunidad,  tendrá siempre como norte el respeto a los internos y a la dignidad humana.

 Que labren la tierra, se dediquen a la ganadería, la avicultura y al estudio, produzcan para ellos, ayuden a preservar la naturaleza y aprovechen para conocer nuevas formas de ganarse la  vida sin tener que caer en las garras del crimen organizado o de la delincuencia común, es algo esencial en una sociedad como la nuestra. Sería bueno que los expertos analicen una alternativa como esta. 

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