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Editorial
¿Indulto humanitario?
Las razones humanitarias fueron, en realidad, acuerdos entre un mandatario con el agua a la nariz y un partido.
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Lunes, 25 de Diciembre de 2017

El presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), puede esgrimir todos los argumentos que le parezca necesarios, pero jamás podrá convencer a nadie de que indultó al exdictador Alberto Fujimori por razones meramente humanitarias.

En primer lugar, Fujimori sí está enfermo, pero ni su estado de salud es el de un moribundo ni su enfermedad, a pesar de ser incurable, puede ser calificada como terminal, según diversas fuentes. Enfrenta problemas cardíacos propios de un preso de 78 años golpeado duro en su soberbia y acusado de varios asesinatos y de delitos de lesa humanidad...

En segundo lugar, si la enfermedad de Fujimori ha sido de la gravedad que se le imprimió al indultarlo, ¿por qué PPK no lo liberó antes, sino inmediatamente después de que la bancada fujimorista del Congreso le tiró el último salvavidas y lo salvó de la destitución por incapacidad moral permanente?

Que una bancada tan sólida como la fujimorista en el congreso peruano se haya dividido en la elección más crucial de todas, cuando la salida era, preciso, la entrega del poder al presidente fujimorista del Congreso, no deja lugar a dudas de que las razones humanitarias fueron, en realidad, acuerdos entre un mandatario con el agua a la nariz y un partido que lo rescató cuando no tenía ni esperanzas…

Este año, en Perú, el regalo de Navidad no fue, como puede pensarse, para el exdictador y homicida Fujimori, sino para el presidente Kuczynski, convencido, como debe estar, de que los milagros existen si se invoca el favor del santo preciso.

Y eso ocurrió en el Congreso peruano. Liderado por Keiko Fujimori, la hija mayor del exdictador, el partido Fuerza Popular, con 71 votos, es el más grande. Pero en el momento crucial, esa fuerza monolítica se resquebrajó: 10 de los 71 se abstuvieron, otro no asistió. Con 87 de los 130 votos, Kuczynski sería hoy historia.

El santo del milagro fue Kenji Fujimori, otro hijo del dictador, que logró convencer a sus partidarios de que una destitución presidencial se puede obviar a cambio de un indulto humanitario, por ejemplo...

En términos nuestros, a eso se le llama cambalache, y es legal para cambiar una mercancía por otra. Pero cuando esa mercancía es el poder del Estado, como en este caso, es por lo menos una obscenidad, una causa de gran asco.

Desde ayer, PPK trabaja en reorganizar su gobierno y sus relaciones con la oposición porque hay que seguir pagando el favor. Pero nada de lo que haga hará al pueblo peruano olvidar que él es un mercachifle y que mintió cuando negó que entre 2004 y 2007, mientras era ministro de Economía, una empresa suya recibió 782 mil dólares de la multinacional del crimen Odebrecht.

Pero la oposición también termina este episodio resentida. Su negocio le trajo la libertad a Fujimori, pero, también, mayor desprestigio del que ya tenía, por razón de las ambiciones de poder de la hija del exdictador. Se hubiera convertido en una fuerza invencible si por encima de los intereses familiares se ponen los de la Justicia y la legalidad.

Al fin y al cabo, Keiko Fujimori también está acusada de recibir dineros de Odebrecht.

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