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Inmovilidad fatal

Ojalá con la renovación del equipo oficial, la actitud de los comandantes del Eln también cambie. Si no, ¿para qué insistir?

Es la misma situación consuetudinaria del famoso tevepersonaje Chavo del Ocho, que hacía cosas ‘sin querer queriendo’. Es la misma, pero al contrario: el Eln no quiere la paz, pero actúa como si la deseara con todo el fervor del que cree ser capaz su Comando Central (Coce).

Y esa manera de avanzar sin moverse de su posición inicial lleva al cansancio al negociador más tozudo y tenaz, al más declaradamente partidario de negociar hasta lograr un acuerdo de paz.

Y lo que sucede es que en eso de aparentar cercanía mientras más distancia se toma, en eso de hacer de la marrulla una regla de vida, en eso de decir sí con la boca mientras los dedos de los pies reiteran lo contrario, son maestros los del Eln.

Y, aunque argumente razones muy personales, en la opinión pública ya no queda duda alguna de que la renuncia irrevocable de Juan Camilo Restrepo como jefe de la delegación del Gobierno colombiano en los diálogos con el Eln en Quito se debió al cansancio extremo que sufrió al darse cuenta, desde hace largos meses, de que no era posible avance concreto alguno.

(Hay quienes sostienen que la renuncia fue una protesta contra la actitud del presidente Santos de mantener otro equipo de ilustres negociadores a los que, al parecer, se debe el logro del actual cese el fuego: Ernesto Samper, Álvaro Leyva e Iván Cepeda, pero esta versión parece ser mera especulación).

Pero un punto ineludible es que el Eln siempre se ha comportado igual. Su comportamiento público como organización es solo producto del modo de actuar de sus comandantes Nicolás ‘Gabino’ Rodríguez Bautista, Israel ‘Pablo Beltrán’ Ramírez Pineda, Rafael ‘Ramiro Vargas’ Sierra Granados, Eliécer ‘Antonio García’ Chamorro Acosta y Gustavo Aníbal ‘Pablito’ Giraldo, dinosaurios de la revolución.

Para ellos, el único afán constante es el de dejar que el tiempo pase mientras los guerrilleros bajo sus órdenes disparan a soldados que descansan, dinamitan el indefenso tubo del oleoducto o secuestran a los empresarios, al tiempo que cobran extorsión a todo el mundo (impuesto, le llaman).

Ante negociadores y en circunstancias así, cualquiera llega en pocos meses al cansancio extremo que lo haga desistir de seguir haciendo sacrificios de vida.

Una situación como la que generó la renuncia del negociador jefe, obliga al replanteamiento de toda la negociación, comenzando por los miembros del equipo gubernamental. El Eln seguirá con los mismos negociadores, que quizás aguardan la oportunidad de cansar a otros, con el pretexto de que la paz vale todo el tiempo de conversaciones que sea necesario.

Total, en el exterior, estos jefazos de la penúltima guerrilla que queda están seguros, lejos del muy incómodo monte, bien comidos y bebidos, y sin duda mejor dormidos. Y a cuenta del mismo Estado al que combaten duro desde hace 52 años.

Por muchas razones, creerles a las guerrillas no es una característica de las que puedan definir al colombiano. Pero, en el caso del Eln, esa incredulidad y esa falta de confianza son mucho más protuberantes.

Ojalá con la renovación del equipo oficial, la actitud de los comandantes del Eln también cambie. Si no, ¿para qué insistir?

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Martes, 5 de Diciembre de 2017
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