La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

La coca nostra

Las comunidades se volcaron a sembrar coca, en la creencia de que así podían acceder a los programas de proyectos productivos o de sustitución.

Cuarenta años después, ojeando las páginas más negras de la historia de este país crucificado muchas veces por mafias cada día más siniestras, el gobierno aceptó que la guerra que acordó pelear por Estados Unidos contra el narcotráfico fue uno de los peores fracasos del Estado colombiano en toda su historia.

Esta vez, el gobierno decidió coincidir con tantas voces aisladas, silenciadas a punta de poder, que durante años repitieron lo mismo que ayer  dijo el ministro de Justicia, Yesid Reyes: es “hora de rediseñar la política de drogas”, algo que desde el gobierno ya se había planteado, pero no había pasado de allí.

Que durante estos 40 años de guerra, contra las drogas y contra las guerrillas —porque hay una relación simbiótica entre ambas— se hayan logrado victorias, nadie lo pone en cuestión. Pero, más allá, según el gobierno, la guerra fue un fracaso. Es, ya que aún no se la ha dejado definitivamente atrás.

Y no se ha descartado, porque la causa está viva. Lo acaba de señalar la propia ONU en el informe anual de su Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), para cuyo delegado, Bo Mathiesen, nada más los cultivos de coca crecieron de manera considerable al pasar de 48 mil en 2013 a 69 mil hectáreas en 2014.

El aumento en la producción trajo, como consecuencia directa, un alza de 52 por ciento en la producción de cocaína, lo cual, en concepto del Simci, “indica que el problema de los cultivos ilícitos y la producción de drogas sigue vigente”, es decir, la guerra no ha logrado nada.

¿Y, entonces, de qué han servido tantos muertos, tanta violencia, tanto dinero de todos, tanto dolor, tantos recursos invertidos en una guerra que se le ocurrió, en un momento de abulia, al presidente Richard Nixon, impuesta luego al mundo entero?

Norte de Santander tiene hoy 6.944 hectáreas cultivadas con coca, mientras un grupo de sus campesinos propone la legalización de la planta y prepara una ponencia para una ‘constituyente sobre coca, marihuana y amapola’ en el Putumayo.

La guerra al narcotráfico ha sido, durante todos estos años, la manera como el Estado ha hecho presencia en las zonas de cultivo, coincidentes con la presencia de las organizaciones guerrilleras, y de ordinario las más alejadas y abandonadas.

La ONU y muchos analistas consideran que entre las razones del repunte de los cultivos se destaca el que las comunidades se volcaron a sembrar coca, en la creencia de que así podían acceder a los programas de proyectos productivos o de sustitución.

¿Cuál será el cambio que proyecta el gobierno para enfrentar el fenómeno, que está tomando características preocupantes? Fórmulas como la sustitución de cultivos no han sido las más efectivas para convencer a los campesinos de que abandonen sus cocales y se dediquen a cultivar yuca o tomates.

El problema ha estado en que, en algunas zonas, los campesinos regresan a la coca, porque si bien sus nuevos cultivos son exitosos, la comercialización los arruina, por la falta de carreteras y de medios baratos de transporte. Así, con familias a las que hay que sostener, sin ingresos sólidos y permanentes, ¿qué hacer? Volver al cocal…

Estamos de acuerdo con el ministro: no existe una sola herramienta para la lucha contra las plantaciones ilícitas. “Uno no puede echarle la culpa a la disminución de una sola de esas herramientas que a ese aumento global de los cultivos ilícitos. Hubo realmente un aumento en las aspersiones del 2014 frente al 2013. En cambio hubo una disminución en la erradicación manual forzosa frente al 2013”.

Sábado, 4 de Julio de 2015
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día