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Editorial
La dinastía Zedong
El gigante asiático supo guardar su fuerza y esperar su oportunidad.
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La opinión
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Lunes, 5 de Marzo de 2018

China es, ahora sí, el gran imperio, y el presidente Xi Jinping, el gran emperador.

El gigante asiático supo guardar su fuerza y esperar su oportunidad, tal como lo diseñó Deng Xiaoping, el gran revolucionario dentro de la revolucionaria dinastía que creó Mao Zedong con las enseñanzas de Karl Marx y Vladimir Illitch Lenin en la mano.

A nombre del partido comunista, Jinping heredó el más grande poderío militar, económico, social, tecnológico, industrial y de otros órdenes que ha visto el planeta, y es ya, ¿quién lo duda? el hombre que decide a qué velocidad debe girar el mundo y hacia dónde.

Mientras Donald Trump se desgastaba a velocidad de vértigo enfrascado en peleas de comadres con México, Venezuela, Irán, Palestina, Isis, los inmigrantes hispanos de Estados Unidos, los negros, los gays, los demócratas, y con cuanto se moviera, Jinping, en silencio, copaba todos los espacios que el hotelero de la Casa Blanca le dejaba libre.

Ahora, solo una guerra catastrófica, una hecatombe, podrá revertir las cosas, y no será precisamente Trump, con su verborrea, el encargado de darla. A él le tocará, como un Boabdil inculto, llorar como mujer lo que no supo defender como hombre: Granada, su imperio.

Basta solo ver lo sucedido con México, para medir al presidente chino, para quien un acuerdo comercial como el Tratado de Libre Comercio (Tlc) de Estados Unidos, Canadá y México lo tiene sin el menor cuidado, pese a que hizo de China la otra pata de la mesa.

En 1994, las exportaciones chinas a México eran un poco más de una bicoca: 499 millones de dólares. El año pasado fueron de 74.000 millones, es decir, unas 150 veces más, y siguen creciendo, en una relación sin amenazas de construir muros con el dinero de su socio.

Incluso, con Estados Unidos y Canadá, la ofensiva china ha logrado monstruosas cifras en el mismo lapso: de 9.300 millones, pasó a vender 130.000 millones de dólares al primero y aproximadamente 100.000 millones al segundo, en una relación que genera un superávit de escalofrío…

Pero, para que apriete un poco más el enorme zapato de Trump, el emperador Xi Jinping y su segundo, Li Yuanchao, han repetido cuantas veces ha sido necesario, que son Venezuela y Nicolás Maduro sus principales aliados en América Latina.

Jinping no lo ha dicho, pero lo puede dar a entender con un leve movimiento del meñique, que lo que sea con Caracas será con él, y un emperador contrariado es mortal.

Los intereses chinos en Venezuela lo cubren casi todo: petróleo, gas, agricultura, transporte, vivienda, pesca, maderas, minerales de todo tipo…, en fin, todo. De hecho, el dinero prestado o donado o como sea, de China a Venezuela, es superior a todo el dinero chino en el resto de Latinoamérica.

El resto del mundo observa en silencio, aunque con aprehensión, cómo los chinos llevan a la práctica en la geopolítica, la enseñanza que le entregaron a Vietnam para que venciera, como ocurrió, a Estados Unidos: la guerra de la pulga consiste en picar y picar al perro donde menos lo espera, huir y volver a picarlo, hasta desesperarlo y llevarlo a que baje la guardia y cometa errores irrecuperables.

Solo que el perro de hoy no se ha dado cuenta…

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