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Editorial
La drogadicción
Microtráfico es sinónimo de asesinatos y de inseguridad en Cúcuta, que se ha convertido en campo de batalla.
Martes, 2 de Junio de 2020

Microtráfico es sinónimo de asesinatos y de inseguridad en Cúcuta, que se ha convertido en campo de batalla entre las organizaciones que manejan esa economía ilegal que de paso se está llevando por delante a miles de personas consumidoras de sustancias sicoactivas.

Aunque es un peligroso mal de características sociales y de salud que deambula por nuestras calles desde hace muchos años, no existen estrategias más allá de las acciones policivas para enfrentar a las organizaciones que manejan las ‘ollas’ y que han venido mutando a lo largo del tiempo.

Y por lo que se advierte en un informe publicado por La Opinión la situación es de características calamitosas puesto que todos los elementos perturbadores están desbordados: el consumo, la venta al menudeo de cocaína, basuco, marihuana y heroína, la criminalidad alrededor de este jugoso negocio y el daño en el tejido social.

Lógicamente que es muy delicado el factor de que por lo menos el 60% de los 94 asesinatos registrados hasta ahora en la ciudad tengan relación con ese mundillo del tráfico urbano de estupefacientes, teniendo en cuenta que ahora ya entraron a dicho negocio estructuras poderosas como la guerrilla del Eln y la banda criminal de Los Rastrojos, aparte de las organizaciones que manejan el menudeo en diversas comunas de la ciudad.

Desde el punto de vista policiaco y judicial las autoridades tienen ahí un escenario de grandes retos para cerrar esa vena que está generando tantos inconvenientes en todos los puntos de la ciudad.

Pero en el reportaje periodístico publicado ayer quedó sonando la siguiente notificación expuesta por una fuente judicial consultada: “En Cúcuta no existe un centro de atención a drogadictos. La Alcaldía no ha querido prestarle atención a eso y así es muy difícil acabar con este fenómeno que día tras día se agudiza”. 

Eso tiene toda la lógica. Porque si a las operaciones de la fuerza pública para desbaratar las organizaciones de microtraficantes se le añaden los componentes de salud pública, de trabajo sicosocial y de prevención, al final se podría ir marchitando esta semilla de inseguridad urbana.

Al quitarles clientela a los jíbaros y organizaciones que manejan ese peligroso negocio, pues lógicamente ya no tendrían a quien venderle y la ciudad dejaría de ser una zona fértil para ello e indudablemente se necesitan de esas acciones complementarias.

Las secretarías de Salud, de Seguridad Ciudadana y de Bienestar Social tienen ahí una gran misión que emprender en lo atinente a una estrategia de recuperación de los drogadictos, con un centro de rehabilitación con médicos, sicólogos, siquiatras y especialistas para una atención integral de los consumidores de drogas ilegales que deben de ser consideradas como pacientes y no como delincuentes.

Además, es fundamental la acción preventiva en escuelas, colegios, universidades, empresas y demás instituciones, para cubrir no solamente a los estudiantes sino a todos los miembros de las familias, porque como un virus, infecta a quienes menos pensamos y por la situación que vivimos, es hora de cuidar realmente a la niñez y a la juventud con determinación. Por esa razón, invertir en estas acciones sanitarias y de control preventivo ayudarán no solo a desactivar este factor que  exacerba la  inseguridad, sino que detendrá que se aceleren enfermedades como el sida o la tuberculosis, que prácticamente van de la mano de los drogadictos. Saquemos a Cúcuta del mundo de las drogas, ahora que estamos aprendiendo  que la salud es primero que cualquier placer superfluo.

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