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La épica el surrealismo

Hay dos presidentes opuestos y contradictorios entre ellos, protagonistas de situaciones absurdas los dos, solo con despojos de poder ambos.

Repúblicas bananeras, bautizó el mundo y llamó durante muchos años a los países latinoamericanos. Esos eran términos denigrantes para referirse a la realidad cultural, que se traducía en circunstancias que movían a burla, cuando no a risa…

Eran tiempos de golpes de estado tras golpes de estado, de dictaduras a cual más siniestras y abominables, de gobernantes comprometidos hasta el tuétano con intereses non sanctos que derivaban en cuentas bancarias cada vez más abultadas.

De alguna manera, la democracia fue llegando y consolidándose, y la ofensa de repúblicas bananeras entró en desuso. Las ocasiones de opereta fueron cada día menos, por fortuna.

Pero, rueda giratoria al fin y al cabo, la historia es terca y se repite, y hoy, en Venezuela, por ejemplo, se han creado situaciones que llevan a recordar la razón de las burlas y de las viejas ofensas.

Es el desfile épico del surrealismo, una dura realidad en la que se intenta sobrepasar todo lo real impulsando lo irracional y onírico a través de una expresión automática del pensamiento o del subconsciente.

Hay dos presidentes opuestos y contradictorios entre ellos, protagonistas de situaciones absurdas los dos, solo con despojos de poder ambos.

Nicolás Maduro, por ejemplo, rompió las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y expulsó del territorio de Venezuela a todo el personal de su embajada. Fue el 12 de enero y les dio a los diplomáticos 72 horas para dejar el país, o sacarlos.

Juan Guaidó, por su parte, prohibió enviar más petróleo a Cuba. Lo hizo el lunes pasado, argumentando razones políticas y económicas.

En el primer caso, bastó que Estados Unidos dijera que tocar a su gente sería considerado acto de guerra, para que la orden quedara en suspenso, hasta ayer, un par de meses después, cuando Washington les ordenó a todos regresar al parecer por un ultimátum del lado venezolano.

En el caso de Guaidó, líder de un gobierno en el que es el único miembro del Ejecutivo, sin control territorial ni de las armas, no se sabe cómo hará para impedir que los tanques zarpen hacia Cuba cargados con petróleo.

Es probable que esa situación bicéfala, en la que solo el pueblo padece, dure unos meses más, pues en el horizonte no se ven señales de que pueda cambiar. Es como si el tiempo se hubiera detenido exactamente en un momento de ridículo y de absurdidad, y lo hubiera hecho eterno.

Hace tres días, una reportera preguntó a un alto funcionario de la cancillería española, como actuaría su gobierno si ocurriera algo grave y urgente a españoles en Venezuela. Acudiríamos al Gobierno del presidente Maduro, que tiene el control de todo el territorio, pero continuaremos reconociendo a Guaidó como presidente interino, dijeron.

La posición de España lo único que hace es añadir disparate e irracionalidad a una situación que, de todos modos, todos los países, sin excepción alguna, han contribuido a crear y a prolongar, ojalá no para diversión del planeta.

Se trata de dos personas llenas de ambición de poder, para las que el pueblo en nada cuenta, a no ser para engrosar las largas marchas de caminantes en busca de refugio, por un lado, o a atestar las salas de urgencias de los hospitales en busca de curación para sus heridas de combates callejeros.

Así no se vale.

Martes, 12 de Marzo de 2019
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