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La inmigración

Quizás el único, o uno de los pocos equipos con todos sus jugadores nacionales, fue Colombia. 

Fue brillante, la manera como Francia ganó el Campeonato Mundial de Fútbol Rusia 2018. Pero, y es una pregunta que se hacen en muchas partes, ¿fue realmente Francia, la de siempre, la triunfadora?

Pues sí, sin duda. El hecho de que de los 23 jugadores del equipo solo cinco sean auténticos descendientes de galos (celtas) puede significar muchas cosas, menos que alguno de los seleccionados no sienta ese algo especial que se siente por la tierra donde se está viviendo.

Según la Fifa, en esta ronda final del campeonato, en la que participaron los mejores 32 equipos del planeta, hubo 83 nacionalidades sobre el césped. Quizás el único, o uno de los pocos equipos con todos sus jugadores nacionales, fue Colombia. Pero es oportuno recordar que colombianos hijos de colombianos han jugado en las selecciones de otros países. Basta recordar a Frigerio Payán, de Tumaco (1914). En el Mundial de 1938 jugó con Suiza, y con varios clubes europeos. Y por Colombia han jugado futbolistas nacionalizados, como Hugo Horacio Lóndero, un ejemplo local para no ir tan lejos.

El equipo francés y su constelación de inmigrantes e hijos de inmigrantes de África, de América negra y de países árabes, recuerda, en mucho, a la famosa Legión Extranjera, ejército de voluntarios de 150 nacionalidades con el que Francia ha dado muchas guerras en defensa de sus intereses colonialistas.

Quizás en Colombia, una situación como esta pueda parecer algo exótico, pero no en Europa. La razón tiene que ver con el hecho de que Colombia, por las razones que sea, siempre ha cerrado sus puertas a la inmigración, al contrario de casi todos los países suramericanos, llenos de comunidades asiáticas y europeas.

De Sao Paulo se dice, por ejemplo, que es la segunda mayor concentración de japoneses fuera de Japón, y ningún país del área alberga más italianos, españoles, polacos y judíos que Argentina. Ninguno tiene más bolivianos y peruanos, tampoco.

Que esos europeos se sientan tan argentinos como los descendientes aimaras, quechuas, guaraníes y araucanos, es porque así es. Su máximo orgullo puede ser otro, pero sentirse argentinos sobresale.

En estos tiempos, por una situación para la que no estaba preparada, Colombia está enfrentando el fenómeno migratorio. De carácter masivo, y con personas de condiciones muy especiales, los venezolanos están llegando día tras día para quedarse.

Quizás estos inmigrantes no sean los que cualquier país espera (los profesionales venezolanos siguen su camino a Perú, Chile, Argentina y Ecuador), pero son los que estamos recibiendo (al menos en Cúcuta), y son los que, por supuesto, se quedarán con nosotros si la situación en su país no cambia pronto, como parece.

En los procesos migratorios se da un fenómeno de doble vía: los que llegan,  se sumergen en la cultura local, para el caso, muy parecida, y los locales asimilan algo de lo que traen los inmigrantes. Así, ambas culturas se enriquecen y se fusionan.

El caso de los inmigrantes africanos, asiáticos y árabes en Europa tiene, hoy, algo común con los venezolanos que llegan: la pobreza. Pero, quizás, esas condiciones sean las que les ha permitido a los futbolistas ser indoblegables: la necesidad estimula a querer ser los mejores. No olvidemos que el malí N’Golo Kanté, uno de los flamantes campeones de ayer, recogía basura en las calles de París cuando niño.

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Domingo, 15 de Julio de 2018
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