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La lección del Rosario

Proyecto tras proyecto de ley quedan deshechos o simplemente mueren en el Congreso.

En términos llanos, el gobierno no da pie con bola, es decir, no acierta una sola de sus acciones. Y en las pocas que logra materializar deja desazón y mal gusto en la opinión pública.

Proyecto tras proyecto de ley quedan deshechos o simplemente mueren en el Congreso, por pura falta de gestión política: no hay quien los defienda como se deben defender, porque la falta de experiencia es perceptible desde lejos.

La terna para escoger fiscal ad hoc cayó de modo estruendoso cuando una de las integrantes, magistrada en funciones, renunció a su postulación y obligó a la Corte Suprema de Justicia a declarar inviable la lista que le entregó Duque.

Esta vez, el desacierto presidencial tiene que ver con el nombramiento del politólogo Vicente Torrijos como director del Centro Nacional de Memoria Histórica, un nombramiento en el que “el gobierno no se va a echar para atrás”, según afirmó Susana Correa, directora del Departamento de Prosperidad Social, quien firmó el decreto para nombrarlo.

La aclaración de Correa tiene que ver con antecedentes de Torrijos, a quien la Universidad del Rosario, donde era profesor titular de Ciencia Política Gobierno y Relaciones Internacionales, expulsó de manera fulminante cuando se descubrió que Torrijos mintió respecto su historial académico.

Como debiera actuar todo el país, la universidad adoptó la única decisión posible en el caso de alguien que miente: alejarlo de manera inmediata, y al mismo tiempo, en cumplimiento de su función educativa, darle una lección de verticalidad y ética a todo el país, incluido, desde luego y principalmente, el Gobierno.

Pero en la presidencia no se dieron ni se quieren dar por enterados. Tercos, anunciaron que no darán reversa, pese al repudio nacional en torno de la mentira de alguien que está llamado a garantizar la verdad íntegra de lo sucedido durante la guerra. Porque un organismo como el Centro Nacional de Memoria Histórica (Cnmh) no puede mentir…

Y no se trata de que el Cnmh vaya a mentir, sino de la duda que se genera con un director que no es garantía de nada, porque quien miente públicamente no puede generar confianza en relación con todas las cosas que hace.

No es este el primer caso de un funcionario de alto nivel que miente sobre sus antecedentes académicos, alterados con el ánimo de aparecer ante los demás como la persona idónea, más que otros, para un cargo público. Hace pocos meses, el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, debió enfrentar la vergüenza pública de no poder demostrar que los títulos que él decía tener eran ciertos.

En torno del caso, después de expulsar a Torrijos, la Universidad del Rosario emitió un comunicado en el que señala que “continuará trabajando por impartir una formación ética y humanística, que permita a toda su comunidad formar integralmente personas insignes y actuar en beneficio de la sociedad, con un máximo sentido de responsabilidad”.

Breve y oportuna lección para el Gobierno, que sin importarle lo sucedido, le dio vía libre a la mentira para que se haga cargo de nada menos que el centro donde se guardarán todos los testimonios, documentos e historia de la guerra.

Anoche, luego de la polémica desatada, Vicente Torrijos declinó a su designación como director del Centro Nacional de Memoria Histórica. 

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Viernes, 7 de Diciembre de 2018
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