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La monotemática OEA

La OEA se ha convertido, por decisiones de su liderazgo, en un foro monotemático.

Empieza hoy en Medellín la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA), pero desde hace días es fácil advertir cuál será la prioridad que se le imprimirá en lo relacionado con la temática: el caso Venezuela y, para estar en línea con el secretario general, Luis Almagro, la salida del presidente Nicolás Maduro.

Es fácil, porque la OEA se ha convertido, por decisiones de su liderazgo, en un foro monotemático, visible y frecuentemente alineado con la política internacional de Estados Unidos y, por lo mismo, lejos de los intereses populares del resto de América.

La pelea personal del uruguayo e inefable Almagro —inefable porque, a pesar de ser reconocido militante de la izquierda, está plegado a política que la contraría— con Maduro copará, sin duda, parte de la agenda de dos días de la asamblea de Medellín.

Están incluidos en el programa análisis de otros asuntos hemisféricos, como adopción de mecanismos de defensa de la democracia, cooperación y contribución de la región al progreso, la convivencia, la seguridad y la estabilidad internacional. Pero no es difícil hacer pasar estos asuntos por el prisma con el que se mira a Venezuela.

Al fin y al cabo, existe el convencimiento general entre los gobernantes del área de que lo que ocurra con este país ocurrirá con los demás, y eso, además de ser una aventurada opinión, es una bandera política que se agita cuando las cosas no están lo fáciles que se quisieran.

En la OEA, algunos asuntos se miden con el doble rasero que implica injusticia y discriminación. Nadie duda del horror que se vive en las cárceles de Venezuela bajo el régimen de la revolución socialista y bolivariana. Pero situaciones semejantes se registran, por ejemplo, en Nicaragua, bajo el poder del exsandinista Daniel Ortega, y a nadie en la OEA parece preocupar este aspecto.

Por ahora, Maduro ya sabe que la asamblea lo tendrá entre ojos durante todas las sesiones, en especial desde cuando el secretario Almagro advirtió que la solución de la problemática venezolana recibirá un tratamiento profundo de erradicación de la causa, es decir, de eliminación del Gobierno de Caracas.

Hay asuntos importantes que la OEA no parece dispuesta a tratar por ahora, como la salida de Bolivia al mar, la increíble corrupción de la mayoría de gobiernos del área, la pobreza secular de millones de latinoamericanos, la migración creciente y desestabilizadora, el desarrollo industrial y el avance económico de los países, las relaciones desequilibradas en todos los aspectos entre el rico Norte y el resto de las naciones hemisféricas, pobres y necesitadas, Guantánamo, entre otros…

De todas maneras, Venezuela necesita de una solución consensuada, y la OEA debe contribuir a ese objetivo. Pero que no todo se centra, por los intereses de Estados Unidos, de Almagro y de Colombia, en el asunto de Maduro y la dictadura.

La OEA y Almagro saben que Noruega está intermediando en una negociación promisoria entre Maduro y la oposición canalizada por Juan Guaidó, y lo mejor que podría hacer la organización hemisférica es respaldar lo que se está haciendo, nunca tratar de intervenir. Ojalá eso se garantizara desde el comienzo de las sesiones. No se puede ignorar la eficacia de muchos de estos mecanismos de concertación y de diálogo auspiciados por los serios países nórdicos. Quizás por allí llegue la solución.

Martes, 25 de Junio de 2019
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