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Dos hechos totalmente opuestos, en las que sus protagonistas fueron mujeres, ocurrieron en el cabildo cucuteño y en la corporación administrativa departamental.
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Lunes, 21 de Noviembre de 2022

Es sorprendente que la Asamblea y los concejos en la región sigan siendo machistas en su composición y que cuando ellas llegan a puestos de comando se le considere un hecho exótico, debido a la persistencia de la exclusión, pese a los discursos y promesas de paridad.

Dos hechos totalmente opuestos, en las que sus protagonistas fueron mujeres, ocurrieron en el cabildo cucuteño y en la corporación administrativa departamental.

Para tener un contexto, recordemos que de diecinueve curules solo hay una concejala en la ciudad, mientras dos diputadas están en la Asamblea que tiene 13 escaños.

Ahora que se acaba de celebrar el Día de la Mujer Colombiana (en homenaje a Policarpa Salavarrieta), es valedero insistir en que a la mujer se le debe dar mayor apertura para conquistar cargos de elección popular y no ser utilizadas simplemente como ‘figuras de relleno’ en las listas que los partidos y movimientos arman con miras a las elecciones.

Prácticamente que ese dominio masculino en la política local es un elemento generador de situaciones tan particulares que debieron pasar diez años para que en 2023 la Asamblea nortesantandereana sea conducida por una presidenta.

Y ese machismo político local también tiene una alta cuota de responsabilidad en lo que acaba de ocurrir en el Concejo de Cúcuta, donde la única mujer que ocupa una curul fue maltratada por uno de sus colegas de un partido que por su nombre cualquiera creería que le daría un cambio radical a la forma de hacer política.

Es que ese ‘poderío’ masculino que ha estado ahí por años, lleva a que algunos de los investidos por el voto popular se consideren dueños y señores de su credencial y por ello incurren en improperios y descalificaciones contra la única concejala.

Dentro de las tantas maneras para desmitificar y derrumbar el machismo político, en este caso específico ojalá haya sanciones por parte del partido político del concejal que cometió esta agresión verbal.

Pero también al electorado y a los grupos políticos les corresponde la labor de romper este modelo y jugarle limpio a las mujeres en las elecciones de octubre del año entrante, llevándolas a que conquisten más curules de diputadas y concejalas.

El simple indicador de tener Norte de Santander 1’491.689 habitantes, de los cuales 756.286 son mujeres y 735.402 son hombres, de por sí demuestra que la sociedad no ha sido capaz de romper ese patriarcado en la actividad política partidista, por ejemplo.

Además, las mujeres deberían también romper los estereotipos de apatía y desinterés por llegar a dichos cargos o apoyar en las urnas a quienes aspiren a ser alcaldesas o gobernadora y para elevar la cuota femenina en la Asamblea y el Concejo. Y la fuerza la tendrían, porque en el censo electoral la mitad son mujeres y solo faltaría una gran convergencia o el reclamo real para que la paridad sea real.

Toda esta clase de situaciones hay que superarlas con urgencia porque las tomas de decisiones en los círculos de poder deben realmente representar a la ciudadanía, no solamente por sus creencias políticas y religiosas sino por la conformación misma de la masa poblacional porque de lo contrario seguiremos manteniendo brechas abiertas y motivos de alta conflictividad.

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