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La palabra dicha

En el Concejo de Cúcuta, dos concejales han aplicado la reversa a su lengua, en decisiones que los dejan peor parados.

Sentencia la sabia frase bíblica que de la abundancia del corazón habla la boca, mientras un aforismo popular señala que la lengua es el castigo del cuerpo.

Las referencias vienen como anillo al dedo en momentos en que el Concejo es escenario de acciones similares: palabras dichas que son recogidas solamente en apariencia, para satisfacer a los afectados en público, porque, en privado, nadie olvida lo que le dijeron.

Rectificarse, en una realidad como la del Concejo o de cualquier corporación pública es más un acto para la galería, es decir, para el público, que percibe como gesto de grandeza echarse atrás, y para la corrección política, pero no para calmar el espíritu y el corazón heridos del o de los asaeteados por una lengua muy filosa.

Pero, también, esta clase de situaciones permite calibrar el material de que está hecho quien se atreve a llamar las cosas por su nombre y a considerar que si la razón lo acompaña, pueden rodar primero todas las montañas que retroceder…

En el Concejo de Cúcuta, dos concejales han aplicado la reversa a su lengua, en decisiones que los dejan peor parados de lo que quizás estuvieron, pues ambos dejaron en claro que mintieron cuando dijeron que sus colegas son extorsionistas, el uno, y que un juez es prevaricador, el otro.

Lo llamativo de los dos casos es que los concejales hablaron con seguridad y certeza convincentes. Así, al rectificarse, queda de todos modos la duda de que tal vez no mintieron sino que no pudieron hacerse a las pruebas de lo denunciado.

El verde Oswaldo Rincón hizo suyos algunos comentarios generalizados en Cúcuta de que “hay concejales que extorsionan a algunos secretarios” municipales a los que amenazan con citarlos a control político de su gestión si no acceden a lo que les piden.

Y el conservador Víctor Suárez, hace varios meses, cuando se procesaba la criticada elección del Contralor municipal, dijo del juez César Alejandro Ordóñez Ochoa: “yo sé que está parchado (confabulado, amangualado, conchabado… en lenguaje un poco menos callejero, menos tosco)”.

El hecho concreto es que, ante la imposibilidad de comprobar lo dicho, Rincón y Suárez se sintieron obligados, más por las presiones que por la inseguridad de que lo que dijeron era lo que querían decir, de recoger sus palabras, tragárselas…

El momento es oportuno para insistir en la necesidad imperiosa de desarmar el espíritu, pero en especial la lengua, para ayudar a cimentar el ambiente de calma y de tranquilidad que requiere el país. La lengua, dicen, es el enemigo del cuerpo.

Y para recordar la bella leyenda chiricahua sobre la serpiente. Creada por los dioses para guardar los lugares sagrados y secretos de la tribu en el desierto, la dotaron de poderoso veneno. Ella protestó, pues corría el riesgo de que al hacer su trabajo pudiera envenenarse. Sabios los dioses le dividieron la lengua en dos, para que con una envenenara y con la otra pudiera comer si emponzoñarse.

Como en el hombre la lengua bífida no es posible, lo mejor es que la tenga bajo control, pues si tiene que tragarse cada palabra que dice, no hay duda de que morirá envenenado

Domingo, 19 de Marzo de 2017
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