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La paz y el Catatumbo

Con el acuerdo lo que va a pasar es que va a entrar el Estado y se van a generar nuevas oportunidades.

Desde que el acuerdo entre el Gobierno y las Farc en La Habana empezó a tomar forma, sus voceros vienen repitiendo hasta la saciedad que la verdadera transformación que traerá terminar el conflicto con la guerrilla se sentirá, especialmente, en las regiones de Colombia.

El Catatumbo es una de ellas. En él, confluyen todos los males que, sorpresivamente, han logrado adaptarse y convivir en un territorio en el que los más afectados han sido sus habitantes. Hace dos días, cuando los negociadores delegados del gobierno para las negociaciones de paz visitaron Cúcuta, buena parte del auditorio estaba compuesta por alcaldes, líderes comunales y residentes del Catatumbo.

Pero más allá de la pedagogía y de las explicaciones precisas y llenas de claridad que ocuparon el diálogo de Humberto de La Calle, Sergio Jaramillo, el general Oscar Naranjo, el general Jorge Enrique Mora Rangel y Frank Pearl, las dudas de los catatumberos seguían siendo las mismas: ¿cómo se va a garantizar que ahora sí el Gobierno pueda materializar las promesas sobre agua potable, vías, vivienda, salud y educación para sus comunidades? ¿Qué trabajo se está adelantando con el Ejército para evitar la estigmatización de la población y quitarles de la frente el rótulo de guerrilleros que les han puesto desde hace muchos años?

Las dudas fueron contestadas, pero en el ambiente quedó un sabor a desconfianza. Es ese, quizás, el punto de partida que deben tener quienes han estado negociando en los últimos cuatro años en La Habana; pues en esta y en otras zonas de Colombia, esa confianza se esfumó hace muchos años, en los que con ingenuidad y esperanza, creyeron una y otra vez, en las promesas que les ha hecho el gobierno y que jamás llegaron a materializarse.

Fue Frank Pearl, quien a mitad de la jornada, entendió que el mensaje que vinieron a entregar los negociadores no estaba calando del todo, pues la realidad que viven en su  día a día estas personas, tiene conflictos cuya solución aún dista mucho de lo que ahora prometen para su territorio.

Pearl lanzó la pregunta mas acertada de la jornada: “ustedes se estarán preguntando, yo para qué voy a votar por el fin de este conflicto, si el problema más grande del Catatumbo no son las Farc; tenemos el tema de los pelusos, del Eln, una falta de presencia del gobierno, falta de inversión social, falta de inversión privada… Con el acuerdo lo que va a pasar es que va a entrar el Estado y se van a generar nuevas oportunidades de negocios y de ingresos, porque lo que necesitamos es empoderar y enriquecer a los campesinos. Esa fuerza del Estado que ha estado distraída o enfocada en las Farc,  la vamos a concentrar en las regiones, vamos a tener más seguridad, más orden, más presencia de las instituciones lo que creará confianza en inversionistas que seguro quieren generar allí proyectos productivos que puedan crear empleo, pero que no han podido materializarlo. Ustedes van a ganar independencia, autonomía y van a poder hablar por si mismos en un contexto de orden y progreso. Esos son los beneficios que tendrá el acuerdo en una región en la que las Farc no son el principal problema”.

Aunque es claro que este proceso tomará tiempo, todo parece indicar que el asunto de la organización comunitaria y de la participación ciudadana como mecanismo esencial para gestionar desarrollo y construir paz en el territorio, ha sido entendido y escuchado por las comunidades; prueba de ello fueron los planes de desarrollo que ellos mismos elaboraron, basados en el profundo conocimiento que tienen sobre su territorio, sus falencias y sus potencialidades, y que entregaron a los negociadores como una primera muestra de confianza.

Fue una grata sorpresa que parece apuntar a que la comunidad, por fin, empieza a tener el lugar que le corresponde; empieza a  empoderarse y a convertirse en un interlocutor directo con el gobierno, algo que debió suceder hace mucho, pero mucho tiempo.

Domingo, 11 de Septiembre de 2016
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