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La reina del mundo

Es un producto del esfuerzo por superar la pobreza ancestral de millones de familias de la periferia. 

Es, como la gran mayoría de los grandes deportistas solitarios de Colombia, un producto del esfuerzo por superar la pobreza ancestral de millones de familias de la periferia. En este caso, salió de Apartadó, donde la opulencia generada por el banano contrasta obscenamente con la miseria más ofensiva.

Urabá es una zona donde desde la miseria y la pobreza se discrimina al indio y al negro. Significa esto que ser indio o negro en esa región es ser considerado un miembro de los últimos peldaños de la escala social. De allí, con el impulso de sus sueños y el apoyo de su familia, salió un día Katerine Ibargüen para regresar solo cuando hubiera conquistado el mundo.

Este lunes lo hizo: fue declarada como la mejor atleta de la Tierra, altísimo reconocimiento que, a sus 34 años, la lleva al Olimpo de las celebridades deportivas más carismáticas y admiradas.

Porque la sola sonrisa de Katerine o su desparpajo en los estadios o su deseo de ser el centro de atención en la pista han sido suficientes para considerarla una estrella de gran brillo del espectáculo deportivo. A Katerine, decía un periodista en uno de los torneos en que compitió el año pasado, “el público la aplaude solo para que sonría”.

“Cuando llega el momento de la verdad, sonríe para que le marquen el paso, y arranca como un caballo desbocado que solo se detendrá siempre más allá del límite donde termina el infierno de los derrotados. Ella siempre está más y más allá sin dejar de sonreír jamás”, agregaba el periodista.

“Treinta y cuatro años no es una edad para que alguien sea reconocido como deportista estrella, a menos que sea un monstruo como pocos han recorrido las pistas mundiales, y que además que se llamen Katerine”, decía otro. “Cuando esa mujer monumental mueve sus piernas no solo tiemblan las rivales, se estremece el mundo por la fuerza de su arrancada y la furia incontenible de su aceleración”.

Pero, más allá de los elogios y de los comentarios sin término, la urabense es el mejor ejemplo que tienen las millones de muchachas colombianas a las que se les va la vida pensando en que harán mañana. Cuando comenzó, Katerine pensó igual, pero, además, tomó la decisión que creyó conveniente, y no dio paso atrás…

Desde luego, no era suficiente. Y, entonces, dio el siguiente paso: demostró que además de algunas condiciones tenía ganas, y la apoyaron. Dejó Apartadó, y niña, se fue a vivir sola a Medellín, donde estaban los entrenadores que supieron canalizar el torrente de fuerza y de coraje de la recién llegada.

El pasado Gobierno se comprometió, y cumplió, con el deporte y la juventud, y prueba de ello es la extraordinaria colección de victorias, medallas y trofeos que ganaron y ganan todavía muchos deportistas. Y Katerine Ibargüen es una de ellos.

Lo hecho por esta mujer obliga a admirarla y a calificarla como la mejor de todos los deportistas colombianos de todos los tiempos. Nadie tiene dos medallas olímpicas y el trofeo de la mejor del planeta en su disciplina, y el reinado de salto triple —y ahora del salto largo— sin ceder un milímetro en varios años.

Es ella la colombiana que muchas debieran ser.

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Miércoles, 5 de Diciembre de 2018
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