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Editorial
Las nuevas tareas por la paz
El debate sobre el Acuerdo de Paz tampoco puede ser interminable.
Domingo, 23 de Octubre de 2016

La firma del Acuerdo Final para una paz estable y duradera entre el presidente Juan Manuel Santos y Rodrigo Londoño, máximo jefe de las Farc, el 26 de septiembre en Cartagena, tras casi cuatro años de negociaciones en La Habana, fue sin duda un acto histórico. Era el final del conflicto armado de 52 años con esa guerrilla. Tenía, además, el alcance de abrir para Colombia una nueva etapa en su desarrollo económico y social, con soluciones de fondo a problemas crónicos que han generado desajustes, desigualdad y hasta desgreño en instituciones llamadas a promover y fortalecer la democracia.

Sin embargo, los resultados del plebiscito del 2 de octubre convocado para la refrendación de ese acuerdo, fueron negativos. La estrecha mayoría del No, pero de todas maneras mayoría, ha dejado el proceso en una situación de incertidumbre, aunque todos los sectores coinciden en que la paz es la mayor prioridad de Colombia.

Y lo cierto es que esa tarea por la paz no puede abandonarse. Es un derecho que nadie tiene por qué supeditar a intereses de grupo, o de fines electorales. Debe ser el común denominador en una nación que tanto ha padecido violencias y adversidades de todo orden por los efectos de la confrontación armada y las secuelas desastrosas que quedan.

Por eso, las propuestas para buscar una renegociación deben ajustarse a un contexto con viabilidad. Porque no se trata de arrasar el Acuerdo Final sino de introducirle ajustes que lo blinden contra todo lo que pueda resultar deleznable.

La tarea puede tener complejidades por las diferencias de enfoque o de interpretación, lo cual no debe llevar a posiciones inamovibles. Lo que importa es que el Acuerdo Final se consolide con los aportes de todos, inspirados en la voluntad de poner a Colombia para siempre en el rumbo de la convivencia, de la defensa de la vida, de la tolerancia, del respeto a las diferencias, del acatamiento a la justicia y el reconocimiento de los derechos, sin discriminación ni exclusiones.

Es positivo que los estudiantes, las víctimas, los líderes comunitarios y en general todos los colombianos sigan expresando su respaldo a la paz. Ese ejercicio de militancia activa puede contribuir a impulsar una corriente de solidaridad. Es la construcción de consenso desde la base de la sociedad. Es la expresión del pueblo, el cual tiene en la paz el mayor activo para alcanzar objetivos orientados a mejorar las condiciones de vida.

El debate sobre el Acuerdo de Paz tampoco puede ser interminable. Debe tener plazos y entender que la interlocución es con las Farc. Es una fuerza a la que se le ha dado reconocimiento, dado su papel beligerante en el conflicto.

Colombia se merece la solución de paz que se ha promovido. Hay que confiar en que se superarán los escollos para que no se frustre una causa tan fundamental para todos.

De la sensatez de unos y otros dependerá que el anhelo de desterrar la guerra sea una realidad en el menor tiempo posible después de tantos años de padecimientos. Hay que hacerlo con miras a que los colombianos no se encuentren nunca más con ese monstruo de la guerra, que es muerte y dolor en forma generalizada. 

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