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Editorial
Los caminantes
Mientras las cosas continuen así, la única opción será ampararse en la solidaridad.
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La opinión
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Martes, 7 de Agosto de 2018

El drama humanitario de los venezolanos que, en medio de la falta de oportunidades, deciden emprender una cruzada a pie para llegar al centro del país, Ecuador y otros destinos, es cada vez más sobrecogedor. 

Grupos de mujeres y hombres con maletas y cajas al hombro se observan caminando a diario, pernoctando en los patios de las casas que están en la carretera y con el estómago vacío, a merced de la generosidad de quienes de crucen en el camino.

Quizás los cucuteños aún no hemos dimensionado la tragedia que enfrentan estos migrantes, quienes ante la falta de oportunidades en una ciudad como Cúcuta, con escasas ofertas de empleo, se ven obligados a recurrir al único medio que tiene para desplazarse, para encontrar un destino que les ofrezca alguna alternativa. 

Pero la distancia que deben recorrer y la manera en la que enfrentan este camino son una muestra de la inmensa necesidad de esta población, destinada al destierro por cuenta de escasez, de la inseguridad, de la baja calidad de vida y de los elevados costos que reinan en Venezuela.

El drama humanitario es tan solo uno de los aspectos dentro del amplio abanico de desafíos que surgen a raíz de la masiva migración de venezolanos a Colombia, la mayoría de los cuales ingresa y termina, de forma temporal o permanente, residiendo en Cúcuta. La salud, vista no solo desde el punto de vista del riesgo epidemiológico sino de los costos que se siguen generando por la atención a los migrantes –que un reciente estudio de la OIM y Usaid calculan en cerca de 72 mil millones de pesos al año–; la educación, ya que el 25 por ciento de los migrantes que ingresan al país tienen entre cero y 11 años de edad, es decir, están en edad escolar, razón por la cual es prioritario garantizarles este derecho; y también la protección a mujeres, quizás las más vulnerables después de los niños. 

De hecho, buena parte de los grupos de caminantes están compuestos por mujeres; a diario en las calles se observan mujeres en máximo estado de delgadez, muchas de estas embarazadas o con bebés en brazos sometidos a largas horas a la intemperie. 

A pesar de las dificultades que en muchos frentes haya podido generar la llegada de tantos extranjeros a una ciudad como Cúcuta, para la cual este fenómeno es nuevo, no se puede ser indiferentes a esta dolorosa situación que enfrentan. 

Las políticas de Estado diseñadas para atenderlos deben estar cada vez más enfocadas en ubicarlos de manera estratégica en los lugares donde verdaderamente existan oportunidades laborales.

A pesar del anuncio hecho en días pasados de los 6 millones de dólares que donará Usaid de ayuda humanitaria para el Programa Mundial de Alimentos, es necesario seguir insistiendo en la búsqueda de recursos para atender a quienes han llegado.

Lo grave del asunto es que, a juzgar por la manera en la que se siguen desarrollando las cosas en el vecino país, las cifras de migrantes que hemos visto hasta ahora pueden aumentar de forma significativa.

Mientras las cosas continúen así, quizás la única opción que tengan estos caminantes será ampararse en la solidaridad de quienes encuentren en su camino. Ojalá cuando lleguen a su destino, el panorama sea más alentador que el que dejan atrás. 

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