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Los euros y la Policía

No es nada fácil de aceptar que ocurran casos como el del aeropuerto Camilo Daza, de donde se evaporó un paquete de 10.000 euros decomisado.

Mírese desde donde se quiera mirar, es un caso grave, en el que no cabe admitir cualquier circunstancia atenuante, menos en momentos en que la imagen de la Policía se debate entre los esfuerzos por mostrar un rostro más amable, por una parte, y las acusaciones de corrupción, que con frecuencia se dan, por otra.

La verdad es que no es nada fácil de aceptar que ocurran casos como el del aeropuerto Camilo Daza, de donde se evaporó un paquete de 10.000 euros que le fueron decomisados y guardados en un armario en la oficina de la Policía.

Nadie puede negar que en un organismo con decenas de miles de miembros haya personas que no deberían estar allí, y que de algún modo burlaron el severo control que debe haber en la etapa de reclutamiento y luego el seguimiento que se supone en una entidad como esas se hace de cada integrante.

Pero, al menos en lo que tiene que ver con Cúcuta y otros sitios fronterizos, las denuncias de ciudadanos ante los medios dejan en muy mala posición no solo a los policías considerados de manera individual, sino a toda la organización.

Las quejas de corrupción se repiten contra policías que en algún momento estuvieron en el puesto de control de El Zulia, contra los de Puerto Santander, La Parada, El Escobal (allí parece que están sucediendo hechos sumamente graves), Tibú, el aeropuerto de Cúcuta, La Ye Astilleros y San Cayetano, entre otros sitios.

En esos lugares, dicen los ciudadanos que denuncian, el contrabando va y viene sin detenerse, pues el dinero abre las barreras policiales que eventualmente pudieran tenderse en las carreteras.

En situaciones así, de quejas reiteradas, que coinciden en la corrupción de los policías, lo único que no pueden hacer los superiores es mirar a otro lado. Las únicas acciones posibles y aceptables son las de investigar —no solo prometer que se investigará—, encontrar a los responsables y castigarlos.

Algún observador meticuloso hacía notar que los de Cúcuta son los únicos patrulleros que tienen lujosas camionetas y automóviles de alta gama para su uso particular, sin que exista evidencia de que sus ingresos legales sean superiores a los de los demás policías del país.

Desde luego, todo esto ya deben tenerlo claro los responsables de la entidad tanto en Cúcuta como en el departamento, y deben haber actuado con todo rigor y con toda prontitud.

En el aeropuerto, cabe la pregunta, ¿ya buscaron bien para ver que el fajo de billetes no haya rodado hasta esconderse detrás de cualquier papel, como muy pragmáticamente recomienda la sugerencia de las madres a los hijos descuidados?

Háganlo. No pueden haberse perdido de un lugar donde solo entran policías, y muy pocos, por cierto. Que no haya allí cámaras de vigilancia parece obviedad: al fin y al cabo allí solo hay gente que cuida que la ley se cumpla, que nada le sea quitado a su dueño, que los derechos y los deberes legales sean práctica diaria, y que jamás robaría un centavo. Para eso son policías.

Busquen bien. Quizás, además del dinero, descubran otras cosas…

Martes, 29 de Mayo de 2018
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