Se celebró el Día Internacional del Médico en medio de una peligrosa coyuntura generada por el  ataque del coronavirus, que también les ha cobrado la vida a cientos de profesionales y a otros los ha enfermado y postrado en cama.

El gremio médico, que es como el guardián de la salud de los demás mortales, ahora y siempre requiere no solo de la solidaridad ni del título de ‘héroes’, sino de políticas públicas que dignifiquen este apostolado.

Es indudable que más allá de los reconocimientos y de los calurosos calificativos a estos profesionales que arriesgan la vida por salvar a otros en medio de esta encrucijada sanitaria, lo que ellos necesitan son acciones del Estado colombiano.

Resulta contradictorio que un médico esté sometido a extenuantes jornadas laborales y cuando llega el día del pago, encuentra que los meses pasan, la deuda se acrecienta y los acreedores lo acosan.

Muchas son las quejas de las organizaciones que los representan sobre el aspecto de la contratación que finalmente degenera en bajos salarios y en la inestabilidad laboral absoluta dentro del sistema hospitalario.

Antes de pasar a la urgencia de que el Gobierno Nacional le ponga punto final a eso, debemos considerar como incomprensible y hasta salido de tono que la ciudadanía -que muchas veces ha sido paciente de ellos- estigmatice a los médicos que se atreven a reclamar sus derechos y a exigir lo justo por sus valiosos servicios que prestan a la sociedad.

Esa intolerancia, muchas veces adobada con odio político, nada bueno produce y en cambio sí demuestra que la sociedad misma debe ser sometida a una especie de  ingeniería del pensamiento y de su actuar frente al otro, para entender que la búsqueda de una reivindicación no equivale a ser enemigo de la institucionalidad. No. 

Los médicos en Colombia, deben de tener una contratación justa con las prestaciones sociales y los derechos reconocidos, porque es injusto que un profesional de esta importancia esté mal pago, desamparado y maltratado, cuando debe ser todo lo contrario, desapareciendo la inestabilidad y la tercerización.

Así como los congresistas hacen todas las maromas necesarias para evitar que sus asignaciones salariales, viáticos y otras arandelas les sean recortadas, se pregunta uno: ¿por qué los padres de la patria no hacen lo mismo para garantizarles unos ingresos adecuados a los médicos?

Esa es una manera real de reconocerles el trabajo que hacen  para cuidar la salud de los demás, aunque claro, ahí también es indispensable que haya reformas profundas para que la misión sea efectiva y no se encuentre con los tropiezos que contempla el actual sistema de salud en Colombia.

Por encima de aquellas conocidas afirmación que sirven de excusa en el sector público de que la regla fiscal se alteraría,  que debemos apretarnos el cinturón o que plata no hay, lo evidente es que una planta de médicos no tiene por qué estar en esa especie de cuerda floja, puesto que la salud es un derecho constitucional.

Si Colombia quiere hacer algo que cambie como enseñanza  frente a esta pandemia, pues ahí tiene un gran reto, como es el de recomponer y transformar para bien todo lo relacionado con el esquema laboral de los médicos y demás trabajadores de la salud. Ese es el mejor homenaje para ellos y no decirles ‘héroes’ hoy, y mañana gritarles ‘vagos’ porque protestan.