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¡A luchar por el agua!

Dentro de un esquema de ciudad amigable con el medio ambiente, es indudable que salvar el Pamplonita equivaldrá a una Cúcuta incluyente para garantizar el bienestar de sus ciudadanos.

Que Norte de Santander sea como el África Subsahariana en la descarga de aguas residuales en sus ríos Pamplonita y Zulia, es una inquietante advertencia que no hace mucho nos dejó el  Ministro Malagón, sobre la urgencia de que las fuentes hídricas tienen que dejar de ser tratadas como cloacas.

Pero igualmente preocupante es lo que se vio hace pocos días en Pamplona, cuando desde el puente de la Plazuela Almeyda hasta la Terminal de Transporte y El Camellón se sacaron de las aguas del Pamplonita media tonelada de residuos sólidos como lavamanos, llantas, tablas, sillas y cajas.

Y después nos quejamos por el deterioro que han sufrido esas cuencas binacionales a las cuales Cúcuta les arroja 2.000 litros por segundo de carga contaminante, razón por la cual sus brisas a veces no son como las de la famosa canción sino pesados aires pestilentes.

Ambos ríos- que alimentan  los acueductos de El Pórtico y río Zulia para producir el agua potable que requieren los 190.850 usuarios asentados en la capital nortesantandereana- requieren con urgencia las plantas de tratamiento de aguas residuales.

Se acaban de cumplir seis meses desde la firma del acuerdo de voluntades para volver realidad este proyecto del cual se ha venido hablando en Cúcuta desde cuando Jairo Slebi fue alcalde, en 1991, cuando  se le llamaba laguna de oxidación para tratar las aguas negras, pero que nunca pasó más allá de las palabras.

Por todo lo que nos ha pasado con los problemas ambientales y ahora con la pandemia que nos azota, resulta evidente que los hechos deben primar para sacar adelante estas infraestructuras especiales que descontaminen nuestros ríos, que muy merecido se tienen que se les haga esa inversión que fluctúa entre $600.000 millones al billón de pesos.

Las plantas de tratamiento previstas estarían localizadas en Quebrada Seca, Tonchalá y Caño Picho, con infraestructuras de colectores, zonas de bombeos y las áreas de tratamiento propiamente dichas.

Dentro de un esquema de ciudad amigable con el medio ambiente, es indudable que salvar el Pamplonita equivaldrá a una Cúcuta incluyente para garantizar el bienestar de sus ciudadanos.

En esa línea se pronunció en aquella oportunidad  además, el viceministro de Agua y Saneamiento Básico, José Luis Acero, al indicar que al tener unos ríos de mejores calidades se favorecerán los distritos de riego y todo un potencial de desarrollo en ambas cuencas.

Pero también es bueno recordar que esta contaminación con las aguas servidas que salen de las casas y van a parar a nuestro afluente no solo ocurre en Cúcuta, sino que pasa lo mismo en Pamplona, Pamplonita, Bochalema,  Chinácota,  Villa del Rosario y Los Patios, que como lo recordadara Corponor, también se abastecen de  su caudal.

Luego por un lado está la urgencia de que mediante esas obras de altas especificaciones técnicas se salven las aguas, pero también debe de haber el compromiso ciudadano de evitar atentar contra  nuestros ríos, como el Catatumbo, Algodonal, Tejo, Sardinata, Nuevo Presidente, Peralonso, Tarra, Orú, Margua, Socavo, San Miguel, Angostura, Valegra, Salazar, Chitagá y Cáchira.

Esa rápida mirada nos muestra un importante potencial hidrográfico que no es hora ni de desperdiciar ni mucho menos destruir, puesto que la riqueza hídrica vale más que cualquier metal precioso.  
 

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Martes, 23 de Marzo de 2021
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