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Editorial
Más de lo mismo
El Gobierno haría mejor si suspende las visitas y los convence de que lo que se necesita es dinero para apoyar a los venezolanos y a los cucuteños.
Lunes, 19 de Noviembre de 2018

Ha sido la misma rutina a lo largo de más de tres años: llegan, van al puente internacional Simón Bolívar, donde no nunca faltan una cámara o un reportero, reiteran lo dicho por otros que estuvieron antes, y se van con promesas que mueren al tiempo de abordar el vuelo de regreso.

Son visitas que ya ni siquiera despiertan el interés de los medios de comunicación locales, cansados como están de transcribir actos y palabras de siempre.

Razón tuvo hace pocos días una reportera local que, ante la visita de la subsecretaria de Estado de Estados Unidos para el hemisferio occidental, Kimberly Breier, anticipó con precisión lo que ocurriría en el puente: ‘dirá que la emigración es culpa de Nicolás Maduro y su gobierno, y lanzará una mirada lánguida hacia el otro lado’. Y así fue.

Ayer estuvo en Cúcuta —antes visitó La Guajira—una misión de 17 embajadores de la Organización de Estados Americanos (Oea). Vino “para conocer la crisis humanitaria en la que está sumida la frontera con Venezuela debido al fenómeno migratorio”.

Es lo mismo que han hecho decenas de visitantes, tan ilustres como los embajadores de ayer, y ojalá no sea lo mismo que seguirán haciendo los diplomáticos y burócratas que vengan en el futuro.

Es lo que, en términos muy francos, se llama turismo diplomático. Es el mismo turismo burocrático de funcionarios bogotanos, a quienes parece que los mueve el testimonio de que estuvieron en el puente, plasmado en una fotografía o en una imagen de televisión.

Entre los visitantes estuvo el embajador de Honduras, país conocido por lanzar al exterior a decenas de miles de ciudadanos que hoy se agolpan frente al muro que separa a Estados Unidos de México. ¿A qué vino él, para no preguntarles a los demás? Hay mucho de hipocresía en esas visitas.

Estados Unidos, por ejemplo, repite, cada que puede, que ha dado miles de dólares para atender a los venezolanos que emigran. Pero, al mismo tiempo, pone soldados armados en su frontera con orden de disparar si acaso un migrante extranjero intenta ingresar a su territorio.

Pero venir desde Washington —con los enormes costos que implica ser garantes de la seguridad de una subsecretaria de Estado— para decir lo que acá sabemos de memoria, molesta. La señora Breier que nos visitó hace pocos días,  coincidió con el criterio de los cucuteños: el presidente Nicolás Maduro es el responsable de la masiva migración de sus conciudadanos. Todos estamos de acuerdo, entonces, ¿ahora qué? ¿Cambia en algo la situación, no solo para los inmigrantes, sino para los cucuteños? 

La verdad, no cambia un ápice. Todo seguirá lo mismo: el servicio de salud colapsado, la seguridad perdida, el espacio público desaparecido y los trabajadores locales reemplazados por venezolanos a los que los patronos les pagan mucho menos del mínimo, y las cantinas llenas de prostitutas extranjeras y las calles, de mendigos y las trochas de contrabandistas pasando lo que sea en ambos sentidos, y las autoridades locales, quietas…

El Gobierno colombiano haría mejor si suspende indefinidamente las visitas, detiene en Bogotá a quienes pretendan venir, y los convence de que lo que se necesita es dinero, mucho, para apoyar no solo a los venezolanos, sino y principalmente a los cucuteños.

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