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Editorial
Más sentido de pertenencia
Se ven obras como el esperpento de la nueva Terminal de Transporte, donde se enterraron muchos millones de pesos y nadie hace nada para recuperarlos.
Martes, 10 de Julio de 2018

Por cualquier parte donde se mire en Cúcuta, aparece al menos una obra pública abandonada.

Parques, monumentos, vías, fuentes luminosas… ninguna tiene dolientes, ni dentro de la Administración municipal, ni entre los ciudadanos. 

Son obras que, en buen porcentaje, dejan los gobernantes para la posteridad, pues el objeto para el que fueron y son diseñadas y construidas es, casi siempre, un pretexto con el cual se cubre el pago de favores políticos.

¿Cuántas fuentes luminosas están funcionando? Muy pocas, quizás ninguna. Una de estas fuentes, con menos de dos años de haber sido inaugurada en el Parque 300 años, de nada sirve: alguna vez dejó de funcionar, ninguna autoridad se preocupó, y ante la percepción de abandono generada, comenzaron los ladrones a desvalijarla.

Hace algunas semanas, un urbanista dijo que resultará más barato hacerla de nuevo que repararle los daños, por cuanto los dispositivos tecnológicos de que la habían dotado o no se consiguen ya o cuestan mucho dinero. En la ciudad se carece de ese sentido de pertenencia que hace que todos se apropien de los bienes públicos y los cuiden, en vez de destruirlos. Las fuentes también han sido objeto de abusos por parte de quienes las han tomado como baño público. O de aquellos que botan en ellas todo tipo de basuras o, incluso, quienes las marcan con grafitis. 

Lo mismo sucede con algunos parques, que están en verdadero estado de abandono. Cada administración mantiene los que construye, pero luego estos espacios quedan relegados, sin mantenimiento. Pruebas de ello son el novedoso y útil Parque de la Avenida del Río, destinado al acondicionamiento físico de las personas, el Parque Metropolitano, muy cerca de allí, y el Parque San Francisco.

Aunque es cierto que en algunas ocasiones no se destinan los recursos necesarios para el mantenimiento de las obras y parques, también hay que reconocer que en una ciudad como esta, basta con que se inaugure una obra para que lleguen los amigos de lo ajeno a desmantelarla. Así sucedió con el acondicionamiento que se le hizo al Malecón, al cual tuvo que ponérsele vigilancia privada las 24 horas para lograr que la inversión allí realizada perdurara, al menos un tiempo.

Lo mismo ha sucedido con el nuevo alumbrado público en luz led, al cual le han robado varias bombillas recién instaladas, dejando zonas recién inauguradas en completa oscuridad. 

En materia de vías, hace pocas semanas se publicaron fotos del estado en que están calles pavimentadas en el programa Comunidad-Gobierno. Algunas dan pena, dejando en evidencia que los materiales que se usaron no fueron los adecuados y que no hubo una interventoría eficiente.

Ya no existe la capa que pusieron, porque la mezcla con la que las arreglaron resultó ser mayoritariamente de arena. Es como si a los contribuyentes el dinero no les costara. 

Por eso, se ven obras como el esperpento de la nueva Terminal de Transporte, donde se enterraron muchos millones de pesos del municipio y nadie hace nada en busca de recuperarlos.

Y con esos antecedentes plantean megaobras y programas de valorización como el actual, cuya primera obra, una ciclorruta de dos kilómetros en la avenida Grancolombia costará ¡15.000 millones de pesos! O como el puente que reemplazará el intercambiador en la redoma del Indio y que costará 30.000 millones de pesos.

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