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Medicamentos callejeros

No faltarán los que aleguen el derecho al trabajo para aquellos que venden esa clase de productos altamente especializados.

Cúcuta da para todo. Como ciudad fronteriza es posible que el rebusque arroje rápidos resultados producto del aprovechamiento de situaciones coyunturales o estructurales, como la que ahora genera la ola migratoria, que incluye a los venezolanos que llegan en búsqueda de las medicinas para curar sus males del cuerpo y que en su país escasean o están por las nubes a causa de la hiperinflación.

Como lo expone un trabajo periodístico publicado en la edición dominical, ahora pululan las ventas callejeras de toda clase de medicamentos. ¿Luego las medicinas no deben tener condiciones especiales para que no se degraden, pierdan su calidad o capacidad? Bajo la canícula se ven a estos expendedores ambulantes ofreciendo desde antibióticos, pasando por  controladores de la tensión y medicamentos especializados.

Al preguntarles por los precios, de acuerdo con los testimonios, las sorpresas saltan a la vista, al ofrecerse hasta en un 50 por ciento menos de lo que valen en una droguería. Pero debemos resaltar un hecho todavía más preocupante, la tendencia de los consumidores a preferir ese mercado informal, pues como lo confesó una señora: 

“(…) No me importa saber (de dónde proviene) después de que me mantenga nivelada la tensión, todo está bien”.

Lo ocurrido en este aspecto necesita con urgencia la intervención de organismos como el Invima, las secretarías de Gobierno y de Salud del municipio, así como de la Polfa, porque o hay desatado un voluminoso y millonario negocio de contrabando de medicamentos, o pudieran estarse dando desvíos de medicamentos para alimentar un mercado ilegal o tal vez tratarse de la comercialización de medicinas adulteradas o vencidas.

Cualquiera de esas posibilidades es muy grave y delicada. Todas por igual tienen que ser contenidas y desbaratadas porque desde el solo punto de vista de salud pública, ahí es factible que se esté incubando una riesgosa situación en la que si no hay una acción coordinada, podría degenerar en un problema de alto calibre y con consecuencias insospechadas.

Son indispensables las operaciones que lleven a contener estas maniobras que a todas luces rayan con la legalidad, puesto que en ninguna parte figura la posibilidad de expender medicinas en plena vía pública, sin ninguna clase de medidas preventivas o de cuidados. Eso es algo exótico, por decir lo menos. Porque no es igual comprar un par de zapatos en un puesto ambulante, que unas medicinas a un vendedor ambulante.

Se requiere analizar a fondo lo que está pasando y actuar en consecuencia, porque primero está la salud de las personas que el afán de obtener réditos por parte de algunos de las angustiantes necesidades de quienes vienen desde el otro lado del río Táchira a buscar en Cúcuta los remedios que les permitan controlar o aliviar sus enfermedades.

No faltarán los que aleguen el derecho al trabajo para aquellos que venden en la ciudad, en El Zulia, La Parada (Villa del Rosario) y Los Patios, esa clase de productos altamente especializados. En un mundo ideal la contestación será: ¿y el derecho a la vida de los compradores en dónde queda?

Y, como siempre, debe hacerse un llamado a la cordura y a la valoración de su propio ser a aquellas personas que se atreven a adquirir las medicinas en esos puestos no autorizados, porque en un momento dado el hecho de ahorrarse unos miles pesos puede resultar en un peligroso juego en que la salud será la perdedora.  

Domingo, 13 de Octubre de 2019
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