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Editorial
Mirar más allá
Lo que se había proyectado antes del coronavirus debe impulsarse, modificarse o tal vez congelarse. 
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Lunes, 25 de Mayo de 2020

Hace unos días se escuchó por los medios la posibilidad de convocar a una misión de empleo en Colombia para diseñar estrategias e instrumentos de política viables tanto financiera como legalmente orientadas al mejoramiento del desempeño del mercado laboral con metas de corto, mediano y largo plazo.

Y por qué no hacemos una misión de la frontera con foco específico en Norte de Santander para que de inmediato se siente a preparar el pos-COVID-19 con participación de la academia, los gremios, los trabajadores, el gobierno, la clase política y todos los sectores sociales, es decir, que sea plural y diversa.

La idea no es el rediagnóstico. El punto es llegar a considerar entre todos qué de lo  que se había proyectado antes de este ‘apagón’ provocado por la inesperada pandemia debe impulsarse, relanzarse, modificarse o tal vez congelarse.

Debe hablarse del plan de las ZESE –más conocido como las Zonas Económicas y Sociales Especiales– que hasta mediados de  mayo ya tenía 658 empresas como candidatas para acogerse a ese régimen, porque es fundamental revisarlo a la luz de las actuales circunstancias que serán las que marquen por un buen tiempo el futuro. 

¿El régimen ZESE podrá quedar tal como está? ¿Serán necesarios más beneficios? ¿El golpe del coronavirus sobre la economía y el empleo lo siguen teniendo como buena alternativa? Esa evaluación es necesaria.

La pandemia hizo brillar al campo y en ese sentido una de las fortalezas estratégicas que debería tener Norte de Santander, es esa, una agricultura diversificada junto con un sector ganadero igualmente fuerte, pero con centros de acopio, planes agroindustriales para no vender materias primas sino productos con valor agregado, proyección que a la postre podría derivar en un doble efecto positivo: generación de empleo formal y solución a los problemas que por décadas sufren nuestros campesinos.

Buscando esas alternativas de construir una región industrializada como lo fuera hace un siglo, es indudable que nos consolidará en la búsqueda de reconstruir el tejido empresarial, disminuir el desempleo que a la postre en medio de una economía redistributiva conduzca a poner fin a los niveles de desigualdad, de miseria y de pobreza.

La investigación científica con nuestras universidades y la vigorización del clúster de la salud, son componentes igualmente fundamentales hacia la consolidación de un nuevo Norte de Santander que debe sacar lo mejor de sí para reinventarse en este momento en que la capacidad de sobreponerse a períodos de situaciones adversas, es lo aconsejable.

En esta búsqueda de lo mejor para la región, es igualmente importante que los gobernantes y los políticos se despojen de dos cosas que han hecho mucho daño y que en la pospandemia debieran prometer sepultar: las promesas electoreras y el aprovechamiento de cualquier circunstancia para obtener beneficios propios o partidistas, que en nada ayudan a una región que debe aprovechar este atípico 2020 como plataforma para impulsar su desarrollo.

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