La movilidad de Cúcuta ha estado trancada en un proceso continuo de deterioro que no ha logrado ser frenado ni ahora ni en el pasado, precisamente porque las estrategias en ese campo vital para la ciudadanía parecen una colcha de retazos, llena de acciones para probar aciertos y errores, pero sin una sólida planeada acción.
El caso más reciente se encuentra en los planes piloto activados en la Diagonal Santander y en la Avenida Cero, que tuvieron su punto culminante con la cucuteñada aparecida en redes sociales para defender el programa.
La ciudad más importante en la frontera colombo-venezolana merece con urgencia una política pública real en todos los aspectos que tienen que ver con la circulación de vehículos en las calles y avenidas.
Sin duda, como en muchos asuntos atinentes a las ciudades incluyentes, los proyectos que hagan parte de ese gran programa, tienen que ser transversales al desarrollo urbanístico de la capital nortesantandereana, el mismo Plan de Ordenamiento Territorial (POT), el Plan de Desarrollo y las medidas que se apliquen para el espacio público.
Es que la ciudad es integral y luego en referencia a ese aspecto hay que llevar a los expertos a que procedan a delinear las tareas teniendo presente el famoso ‘efecto mariposa’, puesto que no solo es ver que ya en la 20 con Cero no están cruzando -por poner un ejemplo- pero su efecto es una larga hilera de carros sobre el puente Francisco de Paula Andrade Troconis y más adelante, los conductores cruzando en U, en donde no está permitido. Eso allí.
Y en el caso de poner a cruzar busetas desde la Diagonal Santander hacia la Gran Colombia, resulta que se le puede mostrar a la gente que ahí en ese cuadrante no pasa nada, pero más atrás en ruta hacia el centro, es que los efectos empiezan a sentirse por la reducción en la velocidad de circulación y el atasco que se va formando.
Pero no es solo eso. Son los trancones que ahora se forman a cualquier hora en donde los conductores menos lo esperan aparte de que ya las vías comienzan a mostrar que se están quedando ‘pequeñas’ para darle paso fluido al parque automotor público y privado, ahora engrosado por los vehículos que entran de Venezuela.
Asuntos como esos muestran que debe llegarse el momento para analizar en la ciudad la urgencia de buscar la ampliación o la proyección de otras vías, mediante planes relacionados directamente con el urbanismo.
Por eso es lo urgente de una política pública de movilidad que extienda unas bases concretas para que no se estén dando palos de ciego cuando se trata de hacer algo en cuanto a los cruces viales de los separadores de avenidas como la Cero, hablando de casos concretos.
Incluso, es hora que también llegue a la deliberación de la ciudadanía cucuteña en sus foros naturales como el Concejo, evaluar que los colegios sean llevados hacia terrenos en los anillos viales, porque sin duda son un elemento que traumatiza el flujo vehicular en el centro de Cúcuta y en otras áreas.
Además, hay que hacer valer las medidas contra el parqueo no permitido en las calles, porque para eso hay estacionamientos, evaluando ahí la opción de los cepos, que incluyen la sanción para quienes persisten en este mal endémico.
Operativa y cívicamente hablando, igualmente tiene que incluir esa política de movilidad opciones no negociables para que haya o auxiliares de tránsito o que la Policía, disponga de personal para ayudar a descongestionar y no solo sancionar, y proceder también a una gran labor de educación de los conductores. Cúcuta merece una movilidad ágil y con autoridad.
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