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Editorial
Nobel de Paz al periodismo
La lucha por la defensa de la libertad de prensa en el mundo levanta hoy sus brazos para mostrar el Premio Nobel de Paz otorgado a dos periodistas, la una de Filipinas y el otro de Rusia.
Domingo, 10 de Octubre de 2021

Por un lado está Maria Ressa, cofundadora de una plataforma de periodismo investigativo que puso en el foco la controvertida y mortífera campaña antidroga del régimen de Rodrigo Duterte, en Filipinas.

Y Dmitri Mouratov, cuyo periódico es uno de los únicos medios de investigación que existen en Rusia y que ha sacado a la luz la corrupción, la violencia policial y el fraude electoral en ese país.

Ser la contracorriente con rigurosas investigaciones periodísticas e ir más allá de los hechos oficiales que despiertan aplausos pero que en últimas están llenos de detalles oscuros puesto que al ser sometidos a contrastes, contextos, análisis, salta a la luz que sus intenciones eran otras, ahora lucirá con orgullo en sus vidrieras el máximo galardón a la paz.

Lo ocurrido debe ponerse en el sitial que merece, puesto que el Comité Nobel ha lanzado una notificación a los enemigos de la prensa libre y un mensaje que le da máxima importancia al oficio periodístico cuando dijo sobre los galardonados: “por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión, que es una condición previa para la democracia y la paz duradera”. 

Se trata, entonces, de una bocanada de aire fresco para el periodismo -al que Albert Camus llamaba el oficio más bello del mundo- y que en la actualidad enfrenta desafíos, riesgos y peligros, a los que debe sobreponerse porque como lo acaban de recordar desde Oslo (Noruega) la tarea de mantener a una comunidad bien informada es garantía de los derechos ciudadanos.

“El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra”, es la expresión de Berit Reiss-Andersen, presidenta del Comité Noruego.

Otro asunto relevante es que en el mundo volvió a ponerse en el centro del debate la labor periodística, escuchándose voces como la del secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en cuyo concepto “ninguna sociedad puede ser libre y justa sin periodistas que puedan investigar delitos, aportar información a los ciudadanos, responsabilizar a los líderes y decir la verdad al poder”.

En regímenes totalitarios pero también hasta en democracias, son bien conocidas las operaciones para coartar el derecho a informar y ser  informado, bien sea desde el punto de vista legal con leyes o códigos que cercenen o perturben esa labor, o mediante intimidaciones judiciales, interceptaciones, ataques, destierros, la autocensura, las desapariciones y el asesinato.

Contra todo el anterior entramado, este Nobel de Paz trae implícito otro fuerte mensaje para aquellos gobiernos y organizaciones criminales que ponen en la mira la labor de la prensa: “condenamos también la situación en todos los países donde la actividad de los periodistas está limitada y donde la libertad de expresión está bajo presión”.

La otra ocasión en que este premio le fue otorgado a un periodista fue en 1935, cuando lo ganó el alemán Carl von Ossietzky, quien desarrolló una serie de informes relacionados con un programa de rearme que Alemania mantuvo en secreto entre las  dos guerras mundiales.

 Con este triunfo, el periodismo de investigación, de profundidad y de denuncia frente a los factores de poder -de cualquier índole- recibe la delicada y noble misión de continuar adelante en esa dura batalla de desenmascarar la corrupción y la criminalidad que tanto daño le han causado a la humanidad.

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