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Nueva normalidad

En el caso nortesantandereano mucha de esa tala descontrolada se produce como consecuencia del fenómeno del narcotráfico y la extensión del área de los cultivos ilícitos, con el ingrediente adicional del tráfico de madera.

Mientras los colombianos y nortesantandereanos empezamos a alistar el brazo para que nos vacunen contra el coronavirus, no podemos caer en los triunfalismos de que todo volverá a ser igual a 2019 y que no tendremos qué cambiar muchos comportamientos, puesto que si continuamos como íbamos, el futuro se enredará.

Por ejemplo, ciertos sectores de la economía deberán pasar sin más demora a un  modelo de producción de materias primas y de bienes, de una manera amigable con el medio ambiente.

Eso hay que medirlo, lógicamente, en todas las circunstancias y efectuarlo de forma gradual pero sin demora, en la ruta hacia las energías limpias y no contaminantes, porque está probado como lo han dicho los expertos, que la crisis climática tiende a un empeoramiento radical si no cambiamos nuestras costumbres.

Entonces llegaremos a las discusiones en torno a lo que podría suceder con renglones como el carbón o el mismo petróleo, para intentar reemplazarlos por otros generadores de energías limpias como el viento o el sol, cuestión en la que nuestro departamento al menos al mirarlo desde el punto de vista de la energía solar, pudiera llegar a ser un gran generador.

Para la nueva normalidad es importante contar con un compromiso en el ámbito de la deforestación, la cual, por ejemplo en nuestro departamento, se calcula que se talan anualmente alrededor de 3.800 hectáreas en la zona de Tibú.

Según Corponor, Norte de Santander tiene 2.185.728 hectáreas, de las cuales 928.322 son de bosque natural (42%). En  los últimos 7 años se han perdido 55.119 hectáreas de bosque, el 91% de las cuales se concentran en Cúcuta, Hacarí, Sardinata, San Calixto, El Tarra, Tibú, Teorama, Convención y El Carmen. El 9%  en los 31 municipios restantes.

Ese reporte es de apenas hace tres meses, lo cual indica que nos corresponde jugar un papel crucial en la conservación del medio ambiente, que tal como se ha insistido en esta temporada pandémica es un tesoro que debemos preservar, para evitarnos peligrosas y desagradables sorpresas.

En el caso nortesantandereano mucha de esa tala descontrolada se produce como consecuencia del fenómeno del narcotráfico y la extensión del área de los cultivos ilícitos, con el ingrediente adicional del tráfico de madera que también es un mal que hace mucho daño.

Luego ese acrecentamiento de la presencia de grupos armados ilegales y de los mismos carteles mexicanos y de los que ilegalmente talan árboles para luego vender su madera, obviamente generándole una gran herida a la naturaleza y a la diversidad.

Y lo calamitoso es que esa cadena trae inexorables consecuencias para la salud humana con la proliferación de enfermedades y de virus como el que nos ataca en la actualidad que es producto de esa destrucción del hábitat de especies animales y vegetales.

La tarea que nos corresponde es enorme, sin olvidar claro está que debemos procurar que definitivamente el Estado sepulte cualquier  posibilidad de la explotación minera en el páramo de Santurbán, porque de lo contrario, lo que podría avecinarse dentro de varias décadas es un éxodo por el agua en caso de impactarse negativamente esta ‘fábrica’ del recurso hídrico.

Así que en la nueva normalidad -de la que todavía no sabemos, por ejemplo, cuánto tiempo tendremos que seguir usando el  tapabocas - la humanidad tendrá que entender que de continuar la desaparición de ecosistemas y el agotamiento de los recursos naturales, se podrá llegar al punto de no retorno.   

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Sábado, 27 de Febrero de 2021
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