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Editorial
Otra vez la pesadilla
En pleno fragor de la violencia guerrillera, esta región del nororiente colombiano quedó severamente marcada por los ataques dinamiteros, tanto contra instalaciones policiales como bancarias y comerciales.
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Jueves, 17 de Junio de 2021

Cuando se escuchó el estruendo de la explosión del carro bomba activado dentro del cuartel de la Brigada 30 del Ejército, en Cúcuta, regresaron los recuerdos de aquellos tiempos que se creían superados, en que atentados como esos eran el pan de cada día en la ciudad y en Norte de Santander.

Es bueno rememorar que en pleno fragor de la violencia guerrillera, esta región del nororiente colombiano quedó severamente marcada por los ataques dinamiteros, tanto contra instalaciones policiales como bancarias y comerciales y elementos de infraestructura, por ejemplo el oleoducto Caño Limón-Coveñas.

La pesadilla del terrorismo llevó a Cúcuta a asistir a un atentado con bus bomba, en diciembre de 1992, a la Sijín, que en aquel entonces se encontraba situada en predios que hoy ocupa el centro comercial Ventura Plaza.

En barrios como Sevilla y Ospina Pérez los puestos de Policía fueron atacados por comandos urbanos de la guerrilla, en 1986 y 1989, lo cual nos lleva a confirmar que lamentablemente la estela violenta siempre ha corrido paralela a la vida misma de la ciudad.

Y si de un accionar cinematográfico se trata, devolvamos la película hasta el 2000, para hacer referencia a la operación subversiva de fuga en la Cárcel Modelo, que incluyó acciones de distracción con hostigamientos en otros puntos, y la detonación de un carro bomba  que abrió un boquete por el que se escaparon más de 50 guerrilleros, en aquella noche del 2 de abril.

Por eso al leer y escuchar que 34 militares y dos civiles resultaron heridos por el estallido de la bomba instalada en una camioneta que ingresó sin mayores problemas a la sede del Grupo Maza, el sangriento caos que se tomó en 2003 al centro comercial Alejandría, retornó de súbito con toda su fuerza expansiva a los recuerdos.

Alberto Durán García, o Tyson, comandante del frente Carlos Germán Velasco Villamizar del Eln, fue condenado a 40 años de cárcel por el atentado en que murieron 13 personas y otras 100 resultaron heridas al ser activado un coche bomba en el sótano, en marzo de 2003.

Como capital de departamento -situada en plena zona de influencia del Catatumbo que ha sido el punto de concentración del conflicto armado- la onda expansiva de la crítica situación de orden público la ha dejado marcada.

Sin olvidar también el bombazo que semidestruyó en febrero de 2002 a El Palustre, en la ciudadela Juan Atalaya, resulta preocupante para los cucuteños y nortesantandereanos que el ataque al cuartel militar sea el preludio a aquellos tiempos en que por la noche eran, también, dinamitados los cajeros automáticos.

Resulta preocupante lo ocurrido, porque un retorno del terrorismo a  una ciudad como la nuestra que requiere con urgencia de la inversión para apalancar la economía y empezar a superar problemas estructurales como el desempleo y la informalidad, puede dar al traste con todo y sumirla en  un panorama más desesperanzador.

Hay que elevar con fuerza la voz de rechazo contra quienes  cometieron este ataque contra el Ejército colombiano, rodear a las instituciones en estos momentos de dificultad y que los organismos investigativos y de administración de justicia avancen hacia el total esclarecimiento del hecho y se proceda a la captura y condena de los responsables.

Los ciudadanos no podemos permitir que la pesadilla del terror vuelva. La guerrilla debe de entender que la ruta del terrorismo no tiene apoyo y que repetir esos libretos violentos del pasado la llevarán a su implosión. La paz es el camino y hacia allá hay que persistir pese a todos los enemigos que la torpedean y acorralan para destruirla.

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