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Padrino y ahijado

Lo más adecuado hoy es decir que Maduro será presidente no hasta el día que Estados Unidos o Europa lo deseen.

No son ni Nicolás Maduro ni Diosdado Cabello. El hombre realmente fuerte en Venezuela es el veterano general en jefe Vladimir Padrino López, ministro del Poder Popular para la Defensa y Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

Lo sabe todo el mundo, desde el último venezolano hasta los presidentes de Estados Unidos y de los países europeos que repudian al régimen venezolano. Desde luego, Maduro es quien mejor sabe qué persona tiene como su soporte permanente.

Lo más adecuado hoy es decir que Maduro será presidente no hasta el día que Estados Unidos o Europa lo deseen, sino hasta cuando a Padrino le convenga. Antes no, aunque el mundo entero presione.

Y, por ahora, Padrino parece estar cómodo, con un poco más del 70 por ciento de la economía venezolana en sus manos, con todo el poder militar, disfrutando de todas las gabelas que le puede ofrecer Maduro para mantenerlo tranquilo, y con la posibilidad de ser también, por qué no, presidente.

Independientemente de si fueron fraudulentas o no, ilegales o no, las pasadas elecciones permitieron a Maduro un triunfo muy holgado sobre sus contrincantes y, de paso, le dieron oportunidad de pulverizar a la oposición, fragmentada entre quienes se abstuvieron de participar y quienes respaldaron a dos candidatos más, entre ellos Henri Falcón, a quien consideran un chavista y bolivariano de corazón...

Hay quienes piensan que ahora que la revolución ha perdido seguidores —el alto índice de abstención no significa necesariamente la pérdida de caudal por parte del gobierno— puede ser el momento propicio para que la oposición plantee la nueva estrategia en busca de salir de Maduro y del gobierno.

Pero, por un lado, la oposición no ha dicho esta boca es mía, y por el otro, el objetivo quizás no sea buscar directamente la caída de Maduro, sino la conquista de Padrino, para que se anime. Porque cualesquiera sean los planes para salir del presidente —no de la revolución, que todavía tiene raigambre— tiene que incluir al general y a dos o tres de sus muchachos.

Claro, Estados Unidos tendría que moderar su actitud ante el general, ahora sancionado económicamente y por lo mismo radicalizado en contra de Washington y de la Unión Europea, y de los gobiernos del Grupo de Lima, que ven en lo ocurrido el domingo una profundización lógica de la revolución, pero en especial del gobierno de Maduro.

Para estar donde está, Padrino no es cualquier militar con mucho de apetito de poder y poco de cerebro. Al contrario. Es un hombre muy bien preparado en las universidades y en las academias militares. Y sabe, entre otras cosas, que hasta hoy no ha habido un momento adecuado para hacerle sentir a Maduro su poder.

Pero, con los precios del petróleo trepando de manera vertiginosa, la realidad de Venezuela mejora, y la oportunidad es mejor que antes para que al presidente le saquen tierra bajo los pies, sin el temor de que caiga y quien se haga cargo no tenga una billetera adecuada para maniobrar.

Como sea, el silencioso general es el hombre del poder. Y, aunque Maduro crea lo contrario, él, y no el militar, es el ahijado. El padrino es Padrino.

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Miércoles, 23 de Mayo de 2018
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