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Panorama desolador

Economías en picada, más de 200 millones de personas en la pobreza, el cierre de 2,6 millones de empresas y la perspectiva de una “década perdida”.

Dramática por el impacto social y de empeoramiento de los índices de pobreza  y de desempleo en América Latina es la advertencia emitida por la Cepal, que estima en 2,7 millones el número de empresas que se cerrarán en esta parte del continente por impacto de la pandemia del coronavirus.

De ahí, 2’650.528 corresponden a microempresas, luego están las pequeñas empresas, con un estimado de cierre de 98.708, y las medianas, con 5.943, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La cara humana de  esta destrucción de puestos de trabajo se verá  reflejada en el rostro de al menos 8,5 millones de desempleados que  equivale a un mismo número de núcleos familiares que van a caer a los niveles de la pobreza extrema rayando en la miseria y empujados a la informalidad para buscar cómo sobrevivir.

Si ponemos sobre este elemento de análisis esa población flotante de venezolanos que por diversas razones  salió en éxodo de su país para regarse por la región, pero especialmente en Chile, Ecuador, Perú, Colombia, Brasil y Argentina, sin necesidad de ser expertos de lejos se ve que sus oportunidades económicas y laborales quedaron pulverizadas.

Y es lógico. Miremos el caso colombiano. El último dato del DANE nos enseña un panorama nada alentador de 21,4 % de desempleo representando la pérdida de sus puestos de trabajo para cerca de 4,9 millones de personas en medio de la crisis generada por la COVID-19 en el país. 

A ese balance negativo contribuyeron  con altas tasas de desocupación el comercio con el 14,3 %, seguido de la construcción (13,2 %), alojamiento y servicios de comida (12,9 %) y transporte y almacenamiento (9,8 %). 

Entonces, poniendo en blanco y negro lo que días atrás aseguró el director de Migración Colombia, Juan Francisco Espinosa, sobre la posibilidad de que cada migrante que salga del país hacia Venezuela cuando se produzca su regreso a Colombia traería otra persona adicional, podríamos anticipar que eso tendría escaso asidero, aunque de ser así, a lo que nos enfrentaremos será a una desastrosa situación.

Vamos por partes. Los que han partido es porque se quedaron en el aire y prefirieron volver a casa, porque a los que habían conseguido acogida, el empleo cayó abatido por la pandemia y los gobiernos están enfocando sus energías en procurar salvar y proteger a sus conciudadanos de  los graves efectos socioeconómicos de la COVID-19.

Y si el margen de maniobra no va ser tan amplio y ni mucho menos despejado para empezar a enderezar el rumbo y para arreglar las cosas en los diferentes sectores agobiados por esta inesperada crisis sanitaria mundial, que ha postrado a débiles y poderosos por igual, la situación migratoria quedará relegada o aplazada para una temporada posterior, cuando ya la casa esté un poco en mejores condiciones.

Y en la eventualidad de que pese a todo lo que estamos enfrentando, como es que millones de colombianos hoy no tengan trabajo y que cientos de empresas hayan cerrado, nos llegue otra gigante oleada de migrantes del vecino país, Colombia entonces deberá pedir al Banco Mundial, al Fondo Monetario y a la ONU, recursos extraordinarios como si se tratara de una reconstrucción de un país devastado  por la guerra, porque de lo contrario caeremos en la peor depresión de toda nuestra historia, con crisis inatajables aflorando por todos los costados.

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Viernes, 3 de Julio de 2020
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