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Editorial
¿Para dónde vamos?
Algo que ha crecido es la pobreza, tanto monetaria como extrema.
Viernes, 23 de Marzo de 2018

La caída no puede ser más drástica y reveladora. Es un verdadero desplome, el que ha ocurrido en Cúcuta con la percepción de los cucuteños sobre su ciudad y con la sensación de empobrecimiento indetenible que los angustia. Y con razón…

En cambio, algo que ha crecido es la pobreza, tanto monetaria como extrema.

Lo dice la seria encuesta Cúcuta cómo vamos, un programa que muestra a Cúcuta y sus habitantes de la manera más real y descarnada posible, y la reacción lógica lleva a buscar explicación, y a preguntar ya no cómo vamos, sino hacia dónde.

La explicación hay que buscarla en las administraciones locales, fallidas, sin duda, y el lugar, pues alguno junto al precipicio… o quizás más allá. Si en 2014, de cada 100 habitantes 72 se sentían muy orgullosos de Cúcuta, hoy solo 50 lo están.

Y mientras en el mismo año, la mitad de los cucuteños pensaba que las cosas iban por buen camino (49 por ciento), hoy solo 28 por ciento lo considera así. Para los otros 72, la ciudad va por el camino equivocado, el malo que lleva a la debacle.

El hecho de que se demuestre que no se está enfrentando a la pobreza, sino que por lo contrario, hay más pobres y, en general, la percepción de que todos hoy se sienten más pobres, indica que el esfuerzo oficial, si lo ha habido, está orientado a satisfacer otros intereses.

Los hechos concretos son que en 2013, 6 por ciento de los cucuteños estaba sumido en la indigencia (pobreza extrema), y otro 31,3 por ciento sentía que había en su casa menos dinero que un año antes.

Hoy, los indigentes son 7 y los pobres 33,4 de cada 100 habitantes.

Esto es lo que deja la fallida política pública, uno de cuyos fundamentales objetivos es la reducción de la pobreza. Por eso, más cucuteños que antes están sin salud, sin educación, sin empleo, sin servicios públicos… Y estas personas son, por supuesto, las más vulnerables de la ciudad.

Es decir, en los últimos cuatro años, los alcaldes les empeoraron, en vez de mejorarles, la vida a sus ciudadanos. Es como si no hubiera habido administración, o como si los dineros del Estado se estuvieran yendo a otra parte en vez del pueblo necesitado.

La situación de Cúcuta no es por razón del Estado central, que falló, pues los mismos indicadores dicen que en promedio, en el país las cosas sí han mejorado.

Lo que revela la encuesta es una enorme y creciente insatisfacción con lo que puede ofrecer la ciudad a sus habitantes, y decepción por las consecuencias de las malas políticas que, en lugar de generarles bienestar, les agrava sus necesidades.

La pelota queda en el lado del gobierno local, que deberá dedicar el tiempo que le resta, a solucionar los graves problemas básicos, a fin de que la brecha entre los cucuteños y los habitantes de otras ciudades en materia de satisfacción no se acrecienten.

Es oportuno preguntar ¿cómo en una situación como esta, de desapego de lo suyo, de insatisfacción, de percepción de que todo anda más, en las elecciones los ciudadanos salieron a votar por los mismos partidos y funcionarios a los que se les puede achacar la realidad que los agobia?

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