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Editorial
Paradoja cruel
El 34% de los alimentos que da la tierra y son aptos para el consumo humano terminan en la basura, se desperdician o dañan por las prácticas inadecuadas en sus cultivos y manipulación.
Lunes, 18 de Octubre de 2021

La paradoja no puede ser más cruel: en el Día de la Alimentación proclamado por Naciones Unidas, más de 3.000 millones de personas no tienen acceso a una dieta nutritiva, otras 200 millones pasan hambre en este momento, y casi 2.000 millones más padecen sobrepeso u obesidad debido a la alimentación deficiente y a la vida sedentaria, mientras que  811 millones de seres humanos están en inseguridad alimentaria. 

El 34% de los alimentos que da la tierra y son aptos para el consumo humano terminan en la basura, se desperdician o dañan por las prácticas inadecuadas en sus cultivos y manipulación.

Eso equivale a aproximadamente 1.300 millones de toneladas de frutas, verduras, carnes, lácteos, mariscos y granos que nunca salen de la granja, y se pierden durante la distribución, o se desechan en hoteles, supermercados, restaurantes, escuelas, hogares y cocinas.

Según el Programa para el Medio Ambiente de la ONU, estos productos podrían proporcionar suficientes calorías como para alimentar a todos los desnutridos del mundo. 

En Colombia, Planeación Nacional señala que tal pérdida equivale a 9,7 millones de toneladas, y significa la disminución de los alimentos disponibles por ineficiencias en las cadenas de producción y está relacionada con carencias en infraestructuras, tecnología, manejo fitosanitario, destrezas y conocimiento. 

El Día Mundial de la Alimentación 2021 se está celebrando por segunda vez durante la pandemia de COVID-19, que ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestras sociedades: la alteración de los sistemas agroalimentarios y una recesión económica mundial, junto con el aumento de la inseguridad alimentaria y la desigualdad; pero también ha demostrado que es posible, además de necesario, seguir trabajando unidos por una meta común: crear un futuro mejor para todos, uno más sostenible y equitativo para las generaciones presentes y futuras.

En su mensaje a los líderes del mundo, el papa Francisco reclamó un cambio urgente en los sistemas agroalimentarios que convierten a los alimentos “en una mercancía más”.

“La lucha contra el hambre exige superar la fría lógica del mercado, centrada ávidamente en el mero beneficio económico y en la reducción de los alimentos a una mercancía más, y afianzar la lógica de la solidaridad”, ha dicho el papa Francisco.

A esta calamidad global hay que agregarle otro ingrediente perturbador, nocivo y funesto: el cambio climático. El más reciente análisis de expertos convocados por el Programa de Alimentos de la ONU destaca que, si la temperatura mundial acaba registrando un aumento medio de 2ºc respecto a los niveles preindustriales, cerca de 200 millones de personas adicionales terminarán sufriendo hambre. La crisis climática es ya una realidad cotidiana para millones de personas. La crisis climática está fomentando una crisis alimentaria, según las conclusiones de los expertos.

Por esta razón se requieren acciones a nivel local y global para repensar la forma en que se producen y consumen los alimentos. Reducir la pérdida y el desperdicio de estos productos merece la atención y las acciones de todos, desde los productores de alimentos hasta los actores de la cadena de suministro, las industrias, los minoristas y los consumidores.

Un estudio de Project Drawdown, una coalición de expertos centrados en soluciones para el cambio climático, clasifica la reducción del desperdicio de alimentos como el principal elemento para evitar la generación de megatoneladas de carbono.

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