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Editorial
Pobreza y hambre
La Gobernación de Norte de Santander y alcaldías como la de Cúcuta y los municipios metropolitanos tienen que pasar a adoptar un plan para enfrentar ese fantasma del hambre que arrastra tanto aquí como en el país sus cadenas.
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Sábado, 23 de Abril de 2022

Escapar de la pobreza con su carga de problemas que esta acarrea no ha sido tan fácil en Norte de Santander, puesto que desde antes de la crisis generada por la pandemia ya los niveles eran preocupantes, pero luego se agravaron y continúan siendo excesivamente altos.

Señalamos esto último, porque este mal no solamente se ha ensañado en aquellos que viven en la informalidad o sin empleo, sino hasta en quienes reciben ingresos mensuales producto de sus trabajos.

Suena altamente preocupante la siguiente respuesta: el 55,3 % de los jefes de hogar en el departamento se consideran pobres.

Así se lo dijeron al DANE quienes participaron en la Encuesta Nacional de Calidad de Vida correspondiente a 2021, que mide indicadores relacionados con las condiciones de las viviendas, al igual que aspectos relacionados con educación, salud, gastos, trabajo e ingresos.

Y concordando con lo que expusimos al principio, el 46,7 % de los consultados comentó que los salarios que ganan no les alcanza para cubrir los gastos mínimos de sus hogares, en esta región del país.

En este momento estamos asistiendo a la ‘tormenta perfecta’ para una degradación absoluta de la capacidad de miles de familias para atender las necesidades básicas, al registrarse una escalada alcista en los precios de la canasta familiar que no tiene precedentes en las últimas décadas.

Al hacer un contraste de ese análisis nacional con los resultados que en marzo de este año diera a conocer el informe Cúcuta Cómo Vamos 2021, se advierte que hay una perfecta sintonía en la  descripción de la complicada situación socioeconómica que se está viviendo.

Al detallar ambos análisis, la realidad se hace más clara y frente a hechos tan delicados como el de que un 28,3% de cucuteños comieron menos de 3 veces al día por falta de alimentos y 25,5% se encuentra muy insatisfecho de su situación laboral.

Como dicen, todo tiene sentido, y es indispensable que se vaya más allá de estas mediciones que muestran como el hambre y la pobreza tienen rostros famélicos de  familias en el departamento y la ciudad que requieren de menos discursos y más acción.

La Gobernación de Norte de Santander y alcaldías como la de Cúcuta y los municipios metropolitanos  tienen que pasar a adoptar un plan  para enfrentar ese fantasma del hambre que arrastra tanto aquí como en el país sus cadenas.

Para confirmar que no es alarmismo, es bueno indicar que el mismo DANE admite que el año pasado el 34,4% de los hogares colombianos tuvo que reducir los gastos en alimentos como una forma de enfrentar los impactos económicos de pandemia.

Estas advertencias tan delicadas que salen de las frías estadísticas y que luego adquieren visos de extrema gravedad en la cruda realidad que se esconde tras las puertas de miles de hogares, son necesarias atenderlas con urgencia.

Llama la atención que todos estos análisis comiencen a caer como en un saco roto o en una euforia momentánea y luego vayan a parar a los anaqueles, demostrando con esto el olvido o el desinterés por conjurar esta emergencia social que sigue afectando a la región.

Si ya tenemos sobrediagnosticados los crónicos y estructurales males de la pobreza, miseria, desigualdad, hambre y pérdida de capacidad de compra del presupuesto familiar, la lógica señala que debe actuarse con contundencia mediante acciones de corto, mediano y largo plazo, porque la  desnutrición, la inseguridad y la iniquidad que crecen cada día, advierten que estamos rajados en esa tarea.

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