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Editorial
¿Poder o dinero?
La negociación es absolutamente necesaria, para superar la eventual falta de gobernabilidad planteada por los votos.
Martes, 8 de Diciembre de 2015

Pasado el triunfalismo opositor inicial, Venezuela queda al descubierto: dos grandes poderes enfrentados deberán negociar el futuro de la nación. Pero, para la oposición, ¿cuál será su compromiso más importante, la economía o la política?

La negociación es absolutamente necesaria, para superar la eventual falta de gobernabilidad planteada por los votos: un ejecutivo con más poderes de los que puede administrar y una oposición con más ganas que herramientas, están, desde el domingo, ante una encrucijada muy peligrosa.

Por un lado, la economía está al borde de un cataclismo, y ni el presidente ni la Asamblea Nacional, solos, el uno sin la otra, tienen el poder suficiente para enfrentarlo y superarlo con éxito. Tendrán que ponerse de acuerdo para actuar de manera conjunta pero, en especial, inmediata.

Por otra parte, el chavismo, es decir, la idea de montar una revolución en el anca de Bolívar jinete antiimperialista, sigue vigente: una derrota es solo eso, una victoria del otro, en un combate de largo aliento en el que las dos partes ya deben estar actuando en el sentido de enraizar más profundo su proyecto.

Si la oposición es inteligente, algo sobre lo que hay dudas, debe apagar las luces de la fiesta y entender que no se está ni siquiera ante un cambio de líder de la revolución, mucho menos ante uno de gobierno, y que la crisis del país, si bien se creó durante la revolución, es deber de todos intentar dejarla atrás.

El triunfo legislativo no es suficiente para que, como por encanto, surjan las condiciones de confianza necesarias para que, en días, se dinamicen la inversión y la producción y la inflación desbordada deje de amenazar con llevárselo todo por el despeñadero.

La oposición puede, desde luego, enfocarse en lo político, a fin de restaurar la que llaman institucionalidad perdida. Pero, es muy probable que la mayoría de los electores, al votar, haya pretendido primero salir del atolladero económico que los tiene sin comida, antes que meterse de cabeza en los intríngulis de la política.

Quiéranlo aceptar o no los líderes de la oposición, constitucionalmente, al menos, a Maduro le quedan dos años en la presidencia, desde donde, es su deber revolucionario, hará lo que esté a su alcance para profundizar la revolución. Y la entrega de poder real a las bases populares será uno de los caminos.

Los procesos revolucionarios se afianzan en el poder de las organizaciones de barrio, que crece de tal forma que se constituye en un verdadero contrapoder, manejable en la medida en que la revolución misma vea peligrar sus logros. De su ideario no deberá preocuparse: ninguna idea política, por descabellada que sea, ha desaparecido, al menos en los tiempos modernos.

Así, pues, a negociar deberá ser la invitación. Golpeada, la revolución está en un punto en que no puede negarse, y menos cuando su contraparte, la MUD, es la hija legítima de la muy radical Coordinadora Democrática, es decir, versión Henrique Capriles, no versión Leopoldo López.

Al respecto, no es desentonado pensar que liberada la MUD de Leopoldo López y su visión fundamentalista de la oposición al chavismo, la moderación de Capriles se impuso, y esa actitud moderada, pero firme, trajo los resultados que esperaban unos y otros. Porque el triunfo opositor era un hecho hacía semanas.

No hay más camino que la negociación, aunque los objetivos sean, como lo son, muy diferentes como prioridad: el objetivo político, sacrificando la economía, o el económico, dejando de lado la política y la aspiración al poder pleno.

De manejar la realidad con la sensatez requerida, por parte de un grupo de líderes de diversas orientaciones y todos con apetitos personales, la MUD podrá, al fin de cuentas, constituirse en alternativa real de poder y de gobierno.

 

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