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Por la salud mental

Ha sido desgarradoramente tremendo el impacto del aislamiento en la salud mental de los muchachos.

El confinamiento impuesto por los gobiernos a sus comunidades como medida necesaria para enfrentar la pandemia del nuevo coronavirus que golpea todos los confines del planeta, tiene en la salud mental de los jóvenes a una de sus principales víctimas. 

Quizá por no ser como se dice ahora un tema mediático taquillero como el cada día más creciente número de muertos e infectados, esta otra calamidad derivada de la pandemia es también devastadoramente catastrófica y de consecuencias inimaginables para nuestros pueblos, y en especial para su gente joven.

Consciente de su gravedad, la Asociación Colombiana de Universidades (Ascún) contrató una encuesta para conocer la opinión y la actitud de cerca de 16.000 estudiantes de 78 instituciones universitarias del país, con los resultados más lamentables y desalentadores.

Ha sido desgarradoramente tremendo el impacto del aislamiento en la salud mental de los muchachos, afectando en forma directa aspectos como la autoestima, la manera como se relacionan con los demás, así como su rendimiento académico.

Según las pruebas PISA, el 50 por ciento de los estudiantes colombianos tienen hoy sentimientos de tristeza, el 59 por ciento está desmotivado, la sensación de soledad de los muchachos empeoró en un 48 por ciento y la comunicación con los docentes empeoró en un 52 por ciento.

El 55 por ciento de los jóvenes encuestados para la investigación de Ascún reconocieron estar más irritables o tristes que antes del confinamiento; el 48 por ciento ha experimentado fuertes sentimientos de soledad, el 38 por ciento reconoce que ha tenido problemas para encontrarle sentido a la vida, y el 34 por ciento admite deterioro en su autoestima. 

Estamos ante unos indicadores o signos de la más extrema gravedad y preocupación. Que la juventud universitaria colombiana esté perdiendo su natural sentido de la vida, de la alegría y del optimismo y se encuentre a un paso de la frustración total y el derrotismo, nos tiene necesariamente que llevar a encender todas las alarmas, pues no estamos ante una situación normal. 

Antes de la elaboración y publicación de los resultados de la encuesta de Ascún, el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE) había preparado un informe en el que advertía que las consecuencias de una cuarentena en la población estudiantil podrían ser muy preocupantes.

“Uno de los efectos negativos del confinamiento es la afectación de la salud mental y emocional. Durante el aislamiento pueden aparecer síntomas depresivos como la desesperanza, irritabilidad, cambios en el apetito o alteraciones en el sueño”, destacó el citado documento.

A agravar o empeorar estos problemas contribuyen los otros golpes que sufren y vienen sufriendo  millones de hogares como consecuencia de la pandemia: los padres o hermanos que perdieron sus puestos de trabajo o tuvieron que interrumpir sus estudios, los abuelos y amigos que no han  vuelto a ver, el incumplimiento en el pago de deudas o créditos, y la parálisis en los sectores más importantes de la economía y productividad de las diferentes regiones del país. 

No tenemos noticias de que el Gobierno esté buscando protocolos o estudiando las medidas que deban adoptarse para tratar el problema del impacto del aislamiento en la salud mental de los jóvenes. Ya es hora de que lo haga y en este propósito debe tener la colaboración permanente de las autoridades seccionales y locales. Las secretarías de Educación, las autoridades deportivas, las asociaciones de padres de familia, de profesionales de la salud, las organizaciones de la comunidad científica y académica también tienen que estar alertas y listas para buscarle la salida más adecuada a esta preocupante situación.
 

Lunes, 15 de Junio de 2020
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