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Editorial
Por mal camino
Una imagen negativa del trabajo de César Rojas. Y, de todos, solo 14 de 100 le tienen confianza.
Jueves, 28 de Febrero de 2019

Cuando un ciudadano sostiene que su ciudad va mal, expresa un sentimiento personal que al que quizás le falta toda la objetividad necesaria. Pero cuando 70 de cada 100 habitantes de Cúcuta coinciden en que vamos por mal camino, no hay duda de que la realidad es exactamente esa. Tantos no pueden equivocarse sin más ni más.

Y, la verdad, ¿qué otra cosa podría pensar cualquier cucuteño que, nada más al salir de la puerta de su casa, enfrenta a una ciudad hostil en todo sentido, bajo el manto del desamparo que cobija a toda persona que, camino al trabajo en la mañana, debe eludir calles rotas, aceras inverosímiles, delincuentes callejeros, transporte sin control, policías que miran al lado contrario de donde está el delincuente, señales de tránsito y de orientación y de nomenclatura que confunden en vez de orientar, ruido, gases que envenenan los pulmones, pordioseros, indigentes durmiendo en cualquier parte, vendedores ambulantes que son amos y señores absolutos del espacio público?

Y los ciudadanos saben las razones de porqué la ciudad los lleva por el camino equivocado: su alcalde no ha sabido responder a las expectativas de solucionar las necesidades básicas. Y en esto coinciden 70 de cada 100 consultados por la encuesta Cúcuta como vamos, que tienen una imagen negativa del trabajo de César Rojas. Y, de todos, solo 14 de 100 le tienen confianza.

Entre las razones tiene que estar, sin dudarlo, la percepción de la corrupción con la que se relaciona a la administración municipal —la integran la Alcaldía y el Concejo—, el caos en el que se debate la ciudad, en especial el sector céntrico, donde la delincuencia reina —es la que propicia la invasión del espacio público— y, también, la ineficiencia de todas las dependencias oficiales, donde muchos usuarios son objeto de exigencia de coimas y sobornos.

Una administración que, además de los impuestos acostumbrados, impone al agobiado ciudadano otros tributos como la contribución de valorización por obras que a muy pocos sectores favorecen, una tasa para la seguridad imposible de justificar, y el programa Comunidad-Gobierno con el que se hace el quite al deber de la Alcaldía de pavimentar las calles, necesariamente genera una imagen negativa.

La encuesta, sin duda muy confiable, pone de relieve la convicción de la gente en que el empleo es un aspecto en el que la Alcaldía tiene que ver, en especial desde cuando el presupuesto destina miles de millones de pesos anuales a programas que buscan estimular el empleo, pero que terminan siendo solo una mampara tras de la cual se esconde un plan de clientelismo electoral que nada le ha dejado a la ciudad, cuyos habitantes, en 74 por ciento, consideran que emplearse es una tarea imposible.

Lamentablemente, teniendo en cuenta los tiempos, será difícil más no imposible lograr que la actual administración logre recuperar su imagen; es una tarea que lleva tiempo y voluntad y que debería empezar por demostrar que las decisiones se toman pensando en el bien de la ciudad y su gente, y no en el interés individual con el que se pretende sacar el mayor provecho posible a un cargo público en torno del cual los electores se han equivocado varias veces, atraídos por dádivas tan efímeras como un tamal frío…

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