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Por un pelo...

El Gobierno intenta salvar esas curules, y en ello lo acompaña la aspiración legítima del pueblo de vivir días y noches de paz y de armonía. 

No solo es triste, sino muy preocupante, que la sociedad colombiana esté de tal manera dividida, que sus decisiones se definan por diferencias mínimas. Por un pelo, como dice el pueblo.

Desde luego, una decisión por un voto es un acto democrático. Pero mientras más pequeñas sean las diferencias aritméticas entre unos y otros, más profunda y difícil de superar es la división de la sociedad.

No estar seguros de si se aprobó o no el proyecto de ley que creaba 16 curules para la paz en el Congreso, porque no hay acuerdo en cuál es la mayoría de los votos del Senado, porque no hay seguridad de si son 102 o 99 los senadores, es mantener al país en la duda de si llegará la paz o no.

En el reino de la incertidumbre muy poco es provisional, definitivo. La duda es la soberana, para beneficio de quienes dedican hasta el más pequeño rastro de sus energías a mantener a la sociedad en la zozobra, es mar tormentoso en el que ellos siempre ganan. Son los generadores de la tormenta, son la tormenta misma…

Mientras los políticos se disputan a dentelladas la posibilidad de tener razón en su razonamiento matemático, los demás colombianos seguimos acumulando ira sagrada, de esa que cuando estalla arrasa con todo lo que encuentre por delante.

Porque lo que se pretende escamotear no es lo que parece, las curules que se pactaron en los acuerdos de paz con las Farc, sino la paz misma, ese objetivo que se creyó alcanzado después de tanta sangre, tanto sufrimiento, tanta violencia, tanto, tanto odio entre hijos de las mismas madres, odio entre las propias madres…

Odio insuperable sembrado en el alma de la ingenuidad mayoritaria por los discursos almibarados, pero sibilinos, de un liderazgo político belicista, radical y opuesto por principio a que la democracia se fortalezca. La prefieren débil, inane, tembleque y desnutrida, porque es el ambiente favorito de los que se dan ínfulas de héroes y de redentores.

Ni siquiera risa, sino más ira, causan argumentos despistados como el de que las curules para la paz serán para favorecer zonas donde estuvieron las Farc y está la coca, y que por eso votaron en contra del proyecto…

Pues claro, sí, son para eso. Así se pactó. Si en esas zonas —Catatumbo, por ejemplo— fue donde estuvo la guerra, y con las Farc, que la peleaban, fue que se firmó la paz.

¿Quizás las quieren para arraigar más el centralismo que todo lo devora, en perjuicio del resto del país? Pues no. Y quienes defienden esa tesis sacada por los pelos no pueden olvidar que la guerra que el gobierno trata de sepultar la crearon ellos y algunos de sus antepasados incluso consanguíneos.

El gobierno intenta salvar esas curules, y en ello lo acompaña la aspiración legítima del pueblo de vivir días y noches de paz y de armonía. Está en su derecho, porque lo permite el poco juego democrático que el exacerbado partidismo permite todavía.

En todo caso, los altos tribunales tendrán que definir, esperamos que en derecho, quien tiene la razón jurídica en este nuevo episodio. 

Sábado, 2 de Diciembre de 2017
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