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Editorial
Reapertura fronteriza
Pese a todo, es un buen paso hacia la normalidad la supuesta reapertura de ayer. Ojalá no sea solo flor de un día…
Sábado, 8 de Junio de 2019

El sorpresivo anuncio del presidente Nicolás Maduro de su decisión de reabrir los pasos oficiales fronterizos en Táchira no fue ni lo uno ni lo otro. 

Al fin y al cabo, los venezolanos estaban pasando hacia Colombia por esos lugares y por las trochas, y regresando por allí. Igual hacían los poquísimos colombianos que aún se atreven a ir al vecino país…

Es decir, los pasos fronterizos estaban abiertos de hecho, y en ambos lados solo se esperaba que la Guardia Nacional dejara de cobrar coimas por los paquetes de comida que los venezolanos llevaban al volver a casa.

Quizás, esto haya sido lo único nuevo: al no haber limitaciones de paso, los guardias nacionales corruptos quedarán sin oportunidad de extorsionar, y, de paso, sus agentes en las trochas, los malandrines de los colectivos quedarán sin mucho oficio. 

Solo podrán cobrarles a los contrabandistas, si en su cobardía se atreven.

No hay, pues, ninguna reapertura. 

Pero, desde luego, algo debe haber detrás de la actitud de Maduro. ¿Ablandar, quizás, un poco la posición de Colombia, ahora que está enfrascado en negociaciones con la oposición? ¿Cumplir algún compromiso con los negociadores y los países gestores del diálogo? ¿Dar la apariencia de una normalidad venezolana que no existe? ¿Demostrar que es lo suficientemente fuerte como para permitir la posibilidad de acciones militares por parte de los desertores?

No parece probable que esté buscando que los venezolanos lleven más comida de la que llevan cada día, pues el incremento no sería apreciable. 

Tampoco, paliar mediante gasolina colombiana, la escasez aguda de combustibles que hay allá, pues todo eso pasa de contrabando, por las trochas, no por los puentes.

Desde luego, es muy importante que la situación fronteriza se normalice; se sabe que no será pronto, por cuanto aún está por medio el hecho de que están rotas todas las relaciones entre los dos países, y restablecerlas no es cuestión de un día. 

En situaciones así, la reanudación de relaciones plenas se da sin condiciones, pero, como están las cosas, con el Eln allá y los desertores aquí, con todas las palabras dichas en la Casa de Nariño y en Miraflores, con el recuerdo del intento por llevar la ayuda de Estados Unidos a Venezuela, lo más probable es que se establezca, de común acuerdo, una hoja de ruta hacia la restauración plena.

Lo que es cierto es que en materia de diplomacia, por razón de la geopolítica, ningún país da algo por nada. Siempre hay circunstancias, conocidas o no, que le determinan a cada gobernante cómo actuar respecto de los países vecinos o de los rivales. Y, en este caso, es Maduro quien actúa bajo presión de esas circunstancias.

De todos modos, ya es un hecho de que el paso por los puentes es realidad, y que hay menos obstáculos para quienes van o vienen. Pero, también es un hecho, que Maduro está acostumbrado a prometer cosas, mientras encoge algunos dedos de sus pies. 

Es su manera de entender la política internacional, y la manera como en Colombia los gobernantes están acostumbrados a tratar con él.

Pese a todo, es un buen paso hacia la normalidad la supuesta reapertura de ayer. Ojalá no sea solo flor de un día...

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