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Editorial
Relaciones militares
La reanudación de los lazos militares binacionales es algo que ya no da espera.
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Jueves, 11 de Agosto de 2022

La inexistencia de cualquier tipo de intercambio de información relacionada con la seguridad ni siquiera un teléfono ‘rojo’ o ‘verde’ o ‘azul’ y también la imposibilidad de verificar datos, provocó que en la frontera colombo-venezolana el crimen montara su imperio.


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El distanciamiento de dos estados hermanos y con más cuestiones comunes que discordantes, transformó los 2.200 kilómetros en un sendero propicio para las organizaciones delincuenciales.

La fundación Pares, en un estudio, advirtió que como consecuencia del rompimiento de las relaciones diplomáticas, consulares, económicas, militares y de todo tipo, en la frontera se asentaron 28 grupos armados ilegales, 13 de ellos transnacionales.   

Recordemos que el Tren de Aragua y la guerrilla del Eln, por ejemplo, están enfrascados en una guerra abierta, con balaceras que han tenido como escenario la Autopista Internacional.

La peligrosa banda venezolana vino a imponer en la región una especie de régimen del terror al montar hasta casas de pique y con prácticas criminales como el secuestro, asesinato y descuartizamiento de sus víctimas.


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Pero como los ejércitos  colombiano y venezolano mantienen cortadas las comunicaciones como sucedió con los contactos entre Bogotá y Caracas, es imposible llamar a pedir datos o a intercambiar información de inteligencia o al menos para alertar de los peligros que se ciernen.

Lo que pudiéramos denominar como ‘invasión criminal de la frontera’ ocurrió como consecuencia lógica de una política exterior equivocada de los gobiernos de ambos lados del río Táchira que por su radicalización ideológica resultaron afectando a ambos pueblos.

Ahora se advierte una luz de esperanza con el reciente anuncio llegado del vecino país, con la orden que emitió el presidente Nicolás Maduro, para que el Ministerio de Defensa reactivara contactos con su par colombiano.

La reanudación de los lazos militares binacionales es algo que ya no da espera porque  hay un desbordamiento de la inseguridad que en últimas ha terminado por impactar severamente a Cúcuta.

Trata de personas, secuestros, el ya conocido contrabando; los asesinatos, la extorsión, el narcotráfico, reclutamiento forzado y otros varios, hacen parte de un crudo cuadro criminal, aunado a la llegada de peligrosas bandas de delincuentes.

Organizar las acciones conjuntas para atacar estos males que volvieron la región en una ‘frontera caliente’ es indispensable para devolverles la tranquilidad a los habitantes de la región, incluyendo a los migrantes que también han sido víctimas de esta delicada situación que a veces parece incontrolable.

Hay situaciones también delicadas como la utilización del territorio fronterizo venezolano a manera de retaguardia por parte del Eln y de las disidencias de las Farc, lo cual es igualmente un elemento disparador de la inseguridad en Colombia.

Pero el narcotráfico es el otro  aspecto que también merece una acción especial, porque en esta parte del territorio colombiano es uno de los ‘combustibles’ del conflicto armado, mientras que en Venezuela las denuncias sobre el ‘cartel de los soles’ y  el favorecimiento de la corrupción a la mafia de las drogas, están a la orden del día.

Sin duda alguna que los gobiernos de Petro y Maduro, desde el punto de vista de las relaciones militares y de seguridad tienen mucho por hacer, para devolverle la tranquilidad a la zona fronteriza y desmontar el rótulo de territorio de nadie donde no hay ni dios ni ley, pero en cambio sí muchas acciones que alimentan la conflictividad y hacen fuertes a los ilegales.

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