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Río de arena

Debe hacerse ya un pacto real, medible y de alto cumplimiento para salvar al Pamplonita.

El río que fuera inspiración para el bambuco “Las brisas del Pamplonita” ahora se está convirtiendo en un riachuelo de arena, en un espejismo desértico provocado por muchas situaciones adversas, todas ocasionadas por la mano del hombre y que adquieren síntomas catastróficos en las intensas temporadas secas o lluviosas.

Hoy, cuando la sensación térmica es de 38 o 37 grados centígrados, y las esquivas nubes no muestran síntomas de descargar la refrescante agua sobre el sediento valle de doña Juana Rangel, acaba de detectarse una acción a todas luces reprochable en la que unos particulares  superponen sus intereses sobre los derechos de toda una comunidad.

Las autoridades ambientales descubrieron que en cinco desvíos ilegales le estaban sacando al río 1.000 litros por segundo de agua. Se imaginan eso. Esta es una cantidad casi que para abastecer a un acueducto urbano, y se estaba llevando el líquido para el riego de cultivos. Eso no es admisible.

En instantes que una gota está pasando a convertirse en un tesoro, Corponor debe aplicarle las más fuertes sanciones a aquellos que montaron las barreras para llevarse una gran porción del caudal hacia sus propiedades, olvidándose que ha toda una población que está a las puertas de un racionamiento.

No se pueden caer en medias tintas ni en actitudes laxas sino aplicar sanciones ejemplarizantes porque quienes se estaban llevando el agua del Pamplonita, apenas si tenían permisos para captar unos 20 litros por segundo, lo cual pudiera servir de medidor para aplicarles la ley, porque en este aspecto la contemplación debe ser cero porque se trata de salvar al Pamplonita, pues si él existe, habrá vida.

Y mientras la canícula sube cada día su intensidad, es pertinente aprovechar este asoleado debate para hablar, también, de la responsabilidad gubernamental, institucional, empresarial y ciudadana en la lenta muerte del río cuyas brisas son las que alivian en algo la abrasadora temporada seca por la que cruzamos.

Una es la contaminación del caudal con las aguas servidas como lo hace, por ejemplo, Caño Picho que lo impacta con toda su carga hedionda. La solución, que ojalá esté cerca, son las plantas de tratamiento, como también se ha propuesto para salvar de ese mismo mal al río Zulia.  

Pero aquí debe hacerse ya un pacto real, medible y de alto cumplimiento para salvar al Pamplonita, porque de no hacerlo, lo único que les quedará a las futuras generaciones serán las fotos de cuando por allí pasaba el caudal, y las notas de “Las Brisas del Pamplonita”. Esto debe implicar la abolición y castigo severo a la deforestación, emprender planes para reforestar esta importante cuenca hidrográfica.

Controlar y restringir actividades como le extracción de materiales del río y el desvío de sus aguas, erradicar el vertimiento de desechos sólidos y erradicar las conexiones que lanzan al caudal los desperdicios de centros poblados, que finalmente implican enormes pérdidas ambientales para la región.

Si no hay conciencia. Si no entendemos que todo puede perderse más temprano que tarde, y que el cambio climático con sus efectos dejó de ser un espejismo para ser una realidad, el futuro no será halagüeño y las caricaturas e imágenes donde se ven carrotanques de agua protegidos por hombres fuertemente armados, serán el ‘mañana destructivo’ que estamos construyendo si no cambiamos la forma de ser y de actuar con nuestro Pamplonita. Entonces, manos a la obra y salvemos el río.

 

Martes, 10 de Septiembre de 2019
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